miércoles, 13 de diciembre de 2017

REMANSO DEL FERMENTO

Fotografía: Pinterest





REMANSO DEL FERMENTO




Hacia mi litoral, ¿quién, pues se acercaría?
Sin casa y sin puerta por donde huir de mí:
una mirada muerta y un sueño sin cojín.
Posep Palau i Fabre




Dentro de las cerraduras, las raíces del tiempo:
la boca en su celda de dientes, 
afiladas cavernas del insomnio, cautiva la sábana
en el vértigo de los cuchillos,
página tras página la vigilia galopando sobre muros,
ciego fragor del pespunte de los sueños,
estribación de sollozos
en el telar de la intemperie:
las semanas gastadas en el traje de la lluvia.

Sucede que  todo sueño ya es innecesario,
el vacío se confunde con las pestañas,
y contagia el tacto zurcido de los domingos.

Es hermoso quitarle la ropa a las palabras,
y leer el apremio del poro
en sus mansos adjetivos de agua:
allí la plenitud del ojo enmudecido,
las tantas consonantes de lo posible,
esas que evidencian el fermento entregado
a la memoria de la sombra.

Pero duele la sed en la espera,
la hamaca deshabitada del cuerpo,
la cortina inminente de los párpados en el instante
en que la vida hace acopio
de la carne de la muerte.

La orfandad se obstina en deambular
por fronteras desconocidas:
fluvial el remanso de pétalos buscando
el arroyo del aliento,
la impetuosidad de la batalla que emprende la duda:
antes de llegar a la verdad,
fue la duda la turbulencia del ojo,
la esperanza sobre la piedra,
el ungüento sobre la herida,
la fosa común del estiaje, rescoldo y llave de la sed.

¿En qué insurrección de aguas,
las aguas sometidas al aliento
del tiempo proscrito y estéril?
¿Vuelvo a la estación del hambre
con sus calles estrechas,
al harapo sumiso del martirio,
a la nomenclatura escrita en catacumbas,
odre de mortificada boca?

Es más sutil el filo del bisturí a la tormenta
de la sal en el relámpago,
a todos los atrios donde se quiebran las begonias
y los tulipanes,
a la hoguera que propaga dudosos estandartes.

De cierto, la noche fermenta el incienso del aliento,
¿alguien deja de rendir pleitesía al hastío
cuando se gesta la diadema
de las alegorías,
la pompa de jabón sometida al viento?

Por cierto, que cualquier fermento nos llena de pretéritos.
Así lo ve el ojo cuando el remanso se obstina
a la fiebre del vinagre,
al vaho de la carcoma que subsiste en el cuerpo:
y ya, en el escondite del ijar,
todo es zona de peligro, oráculo de sal,
alacena residual de la noche en el libro de la vigilia.

Al final, toco la cajita de música del embudo,
la esponja balbuciente
del centro del reloj, el borde del grifo doméstico:
el desvelo recluido en la sábana,
casi a oscuras del tragaluz sinuoso.

Al final, me quedo con el calzado agrio
de los gérmenes. (Y con los ruidos del futuro.)

Tiempo reconstruido, allí, en la memoria,
cómplice del antídoto
para subvertir cualquier premonición;
noción estacionaria del anhelo
el zaguán idéntico a la bruma que padezco.

Barataria.
Del libro “A MANERA DE POSDATA”, 2011 (Inédito) 130 pp
© André Cruchaga
 O

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