sábado, 16 de diciembre de 2017

HIST0RIA DEL FRÍO

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HIST0RIA DEL FRÍO




Ahuyentados los mantos del olvido
se oculta el alarido en las voces del búho…
Clara Janés




Vengo del frío engendrado por el miedo a la escarcha
de las relojerías. A las estaciones donde ancla la soledad.

Vengo de la alianza subterránea del azúcar,
de añorar el odre del incienso, de tantos días dejados
a la buena suerte:
toda historia se vuelve presente en la conciencia,
presente perpetuo a la hora de transpirar
la luz circular del candil,
y morder el tiempo con un abrigo de enredaderas.

He transitado las aguas más oscuras del aliento,
la intemperie punzante de los manteles y he tenido,
como sábana, los guijarros,
la levadura del fermento en la ansiedad descampada
de los maniquíes fríos de las orugas.

Muchas veces me he visto mojado por las aguas de la muerte:
el éter haciendo costra en mis poros,
el rostro desangrado por el barro,
pobre de tortillas en el reparto,
taladrado por extrañas agujas en la garganta,
fatídicos caballos enmohecidos con paraguas ciegos,
con crines de espuma despojando la boca
de cualquier caricia.

El tiempo clavó todos los gritos en las pupilas.

Descarnó los sueños,
vomitó cruces en los tobillos al punto de empantanar
los tendones de las estaciones,
la boca del perro lamiendo la clavícula.

Entre la maleza, enloquecí de tumbas, escribí,
desde entonces, epitafios a la noche;
con la sed, arrasé caminos, ventiscas y muros
y labios cansados de esperas infructuosas
y el estruendo de peces amotinados.

No dispuse de abrigos para soportar todas las goteras,
ni aleros para ocultar tanta ansiedad,
ni aperos para labrar el ojo
de esos tiempos adustos,
encandilados abrojos en la yema de mis dedos,
desveladas palabras a imagen y semejanza del albergue
desterrado de mi germinación doméstica.

Todo el frío hizo temblar las bisagras de los huesos.

La piedra del insomnio fue eso:
piedra doméstica en los dientes,
despojado de cualquier vestimenta,
herido en el aliento,
mientras los círculos giraban inagotables,
en tardes invisibles.

Ahora es carne viva la historia de mi boca:
hierven los fantasmas
al contacto de la niebla y las lámparas,
al roce de las aguas
profundas, días sin sábanas al abrir los ojos,
caballos rompiendo el césped de las estrellas,
lunas hundidas en las raíces de las sienes,
lanzas como alas siniestras, elevadas
a esperanza o a barcos decapitados. A cuellos rotos.

(Después, lo describo todo en mi cuaderno:
fui por largo tiempo el ayuno irreparable,
el olvido inverosímil dentro del cedazo,
el trino inmolado por el escombro como tantos
otros sin ninguna compañía:
sólo la indigencia en medio del frío,
bajo el sombrero ciego de los sueños,
sobre los andenes donde
todo mundo camina con desconfianza,
entre el bostezo purulento de los vertederos. )

Barataria,
Del libro “A MANERA DE POSDATA”, 2011 (Inédito) 130 pp
© André Cruchaga


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