sábado, 18 de enero de 2025

FLAMA

 

André Cruchaga

FLAMA

 

 

Mar de ansia y del delirio —he aquí…

SAINT-JOHN PERSE

 

 

en la estancia de madera el fuego hecho de contagiosa religión: dentro del pabilo el papel lacrado en las manos el metalenguaje como un vitral inefable en la redondez de la gota de tinta que quiere convertirse en poema y luego marchar a través de la inmaterialidad del aliento entre esa luz y las reminiscencias del crepúsculo la persiana de los sentidos pronuncian la claridad una y otra vez respiro en el ciego plato de la sombra que me alimenta no importan las semanas y los meses toda la pesadumbre de mi memoria colgando de todos los crímenes del sueño —a menudo me ata la pobreza de mi risa los túneles impasibles de la garganta la mano confundida de la polilla agazapada en la fábula de los tiempos: me sigue sucediendo el tiempo con cierta demencia ¿qué abrigos invento para mis huesos? ¿ qué imágenes dejan de ser voraces en los ojos allí donde cruje el sexo desangrado? vivo en esta suerte de préstamo del calendario y su ataúd en la fila residual de los tragantes ahí donde el alba es trágico azogue mínima ternura en la jerarquía de las cucharas ya no sé si por costumbre reincido en el mismo velorio de mis pensamientos casi a punto de ser extraña criatura en medio de la luz nazco y muero en la mueca de la pesadumbre: mi demencia engendró espejos de tedio y fábulas de nocturnos pómulos quizá la lluvia o el fuego lo resuman todo: las manos sobre la mesa sólo fue un sueño de proporciones iguales al vacío —cuando fui consciente de la pobreza opté por el sacramento de la intemperie y por la lluvia interminable de la avidez olvidado de todo paraíso la acumulación de calles y portales los sonidos huecos cruzando la conciencia hasta colmar de angustia las aceras si hay algo que aja la noción del poema es este folio de hollín mordiendo el entrecejo la meditación sobre las armónicas sepultadas y esa tinta negra que sale de la boca con afasia de migajas me duele el trasluz de las vigas que danza como un fantasma equilibrista en medio de los sonidos de la resina del eucaliptus a veces es la escarcha del crepúsculo la que está sobre el plato: la boca atardece en la taza de café luego los ronquidos de la noche como el aguijón de los nombres agudos los trenes líquidos del suspiro en el largometraje del pie forzado de la décima me quedo así donde («hierven las cosas consumidas por una llama hambrienta que ya alcanzó mi calcañal y muerde me está doliendo el mundo revienta como pústula me duele en mí como un templo destruido») atrás de las puertas la rugosidad de los tapiales y el polvo temible que colma mis poros es aquí donde invoco el arca aunque sólo sea para que mis ojos se salven una sombra tras otras en los sonidos del lenguaje…

 

 

Del libro: «Incendios giratorios», Barataria, 2013

©André Cruchaga

Imagen André Cruchaga


lunes, 13 de enero de 2025

JARDINES YUXTAPUESTOS

 

Imagen pintura de Roberto Matta – Chile


JARDINES YUXTAPUESTOS

 

 

Unimos los jardines de la claridad, al petate difuso de la noche:

altas esferas devoradas en la proporción de la garganta;

a quemarropa el caracol del averno en el ojal amurallado del pétalo,

el ápice de la úvula en la garganta ahumada del filo,

sobre la catacumba del abanico de los charcos:

—cada uno perdió su propia andadura, el año bisiesto del tallo,

¿es cíclico este afán de rasguñar la esperanza,

o apenas una mueca tardía de los jardines malogrados del hambre?

El hambre, digo, junta, allegada con sus cascos de vaguada,

sobre lechos frescos, sobre lechos adustos donde asusta una jarra

perfumada de culatas y aturdimientos.

 

(A menudo hay que reír sosteniendo entre las manos lo deleznable:

la solemnidad y los paréntesis siempre gozan de buena salud).

 

Hay que unir los eslabones del hambre alisando el piso de los ojos.

No sé si en los péndulos hay derecho a vía,

o es mera rotación el movimiento de las aspas del aliento,

la niebla orgásmica del éter, la elipsis del ombligo, la metástasis

de la taxonomía de la cólera, la dulzura unánime del parpadeo.

 

Juro que el escalpelo y la miseria son el mejor verso que se ha escrito

en la historia, digamos Dios y las langostas, silva el viento.

 

 

Del libro: «Incendios giratorios», Barataria, 2013

©André Cruchaga

Imagen pintura de Roberto Matta – Chile


viernes, 3 de enero de 2025

«ABISMO DEL NO SER A SER ABISMO»

 

Imagen pintura Vincent van Gogh


«ABISMO DEL NO SER A SER ABISMO»

 

 

A mitad de camino entre la mar y el suelo

que hace fértil un gesto de vida proseguida,

sobre la arena oscura expuesta al sol, propongo

yo … mi balance…

MARÍA VICTORIA ATENCIA

 

 

Mudo la alegría que me alcanza y deja. Conmigo, golpes de agonía.

Siglos de calendario habitan el grito, cuerpos silenciosos

en el ansia. Siempre este matarme a mi propio olvido.

Siempre entre cielo y tierra, el mar, los litorales.

Siempre una piedra y otra piedra y otra piedra, sombra en mi alma.

Ahora respiro: soy nada sobre el muro de la intemperie.

Sólo me sostiene el golpe de los zapatos de la noche, y la ciudad ciega

quemándose entre mis dedos, vivido foco envuelto en un trapo.

Todo el azogue del tiempo desciende a mis costillas.

El olvido y la lengua a oscuras, el camino de las alucinaciones.

La sal toca el rostro del pájaro en la ventana. Boca enlutada, la boca

mía de siempre, el reloj carcomido en la memoria, el libro desértico

de los peces, esa caricia oscura en el sobresalto.

En todos estos años he gastado equivocadamente mi memoria.

Salí del viento y entré a la tormenta. Cerré los ojos

para extender las manos. Caminé para no irrumpir en la sed.

(En la travesía tus piernas fermentadas de río, el paracaídas

en la ramazón de las vísceras, «esto de no ser más que tiempo

espanta.» Siempre he tenido miedo al miedo y al naufragio;

y al asedio inerme de la sospecha. Pero «tus manos estremecidas»,

han sido para mí el fuego de cada día).

 

Del libro: «Incendios giratorios», Barataria, 2013

©André Cruchaga

Imagen pintura Vincent van Gogh

martes, 24 de diciembre de 2024

CONVERSACIÓN EN UN ESTANQUE NUBLADO

 

Imagen pintura de Max Ernst


CONVERSACIÓN EN UN ESTANQUE NUBLADO

 

En el fuego apagado el puño de ceniza entre las manos y las salpicaduras en desbandada de las cataratas de todas las palabras extraviadas en el horizonte de los esplendores negruzcos de la brasa nadie ahí cuando la caligrafía de la desnudez se desploma y suben del subsuelo las lombrices los inventos difusos de la eternidad como los objetos insondables de la melancolía o el ronquido de los muertos en su propia eternidad: hay alrededor sombras de fábulas dolientes y antiguas indiferencias avanzando hasta la opacidad plena de los minutos desconozco hacia dónde avanza la materia de la noche y sus grifos de contaminadas intemperies el balbuceo del polvo en el anaquel de las profecías  la palidez del hambre rota en mi desvarío el aliento oscuro condenado al letargo en algún cuervo se desintegra la perpetuidad o se hunde la zarza con todos sus vestigios —arañado  por tantos ahogos me reconozco en la destrucción sorda de los atolladeros (ayer u hoy es la misma mudez de los aleros las floristerías del alba  arruinadas de saliva el cedazo de los poros en herrerías derretidas y algunos candiles gritando de hollín: descendemos a la fosa común donde se queman constantemente los cuerpos y se exhiben los ecos desmenuzados lo intolerante es la constante putrefacción de las cerraduras y su pupila de ciega alegoría) después de todo los sentidos acaban también derrumbándose cuando el poniente mira en declive sí cuando la retórica se torna despiadada oscuridad como los escotes de cáñamo de la niebla —la vida  posee esa nebulosa de arqueología tan cierta como el ojo líquido en los pespuntes del aliento y empecinamientos como la mosca tras los desperdicios que dejan las vacilaciones sobre las aceras (bocabajo en mis abismos inoíbles voy o me anulo a merced de lo vasto: transito encima de mis sombras y pinto mis propias humedades aquello sólo era el cuerpo de lo efímero el dolor que nunca dejó de gritar en mis ojos lo sé después de apaciguar mis calores y remendar la cobija la próxima hazaña de seguro será vaciarme los ojos o lacerar mi boca con bostezos) aquello sí fue, «la piedra llagada sin sombra la enfermedad del acero y del andrajo las osamentas las espesuras de mástiles la orquesta despernancada del terremoto tan sincero y tan soberbio»  después de inclinarme frente a su fotografía descubro al animal silencioso sobre el pavimento de las aguas alrededor del estanque nublado ondulante y magnético descubro todo lo que soñé y que ahora es ruina y encono escritura oscureciendo en la estética de la asfixia fantasma que acaricio en el encantamiento de una flauta oxidada

 

Del libro: «Paraíso de la demencia», Barataria, 2016

©André Cruchaga

Imagen pintura de Max Ernst



domingo, 15 de diciembre de 2024

VENDAS NAUSEABUNDAS

 

Imagen pintura de Max Ernst


VENDAS NAUSEABUNDAS

 

Largas como el pañuelo de la noche, las vendas de sal del sollozo, las vendas que conducen a voluntades transgredidas, nudos de silencios en disfunciones testamentarias. Arrecian, ahora, las pesadillas de la antesala inusitada de los caracoles, los coágulos azules en un país desconcertante, jadeos desparramados en la tos de Heródoto. En la oscuridad de la almohada, espuelas, molduras y guacaladas, el lamparón alado de las sombras en los cuerpos flagelados de sonidos que provoca la desgracia. De todo, ruedan mejillas y párpados sobre el amotinamiento de los retortijones. (Las máscaras postreras no lo dejan a uno agonizar, ni ganarle en especulaciones al tiempo, ni renunciar al cenicero del otro lado del disfraz. Uno no puede desviarse de la culpa tramposa de los sueños húmedos, del azar agachado de las poluciones, o de la toxicidad material que poseen los alacranes).

El pájaro de poca fe se deslengua en el intento punitivo del olvido: hoy son crédulas las escrituras de la desmemoria en un albergue de falacias. Cualquiera sabe de los resuellos de la asfixia y de la tomadura de pelo, fecunda, que posee la meditación más profunda al punto de quemar la tinta en un pezón.

 

Del libro: «Paraíso de la demencia», Barataria, 2016

©André Cruchaga

Imagen pintura de Max Ernst