martes, 24 de diciembre de 2024

CONVERSACIÓN EN UN ESTANQUE NUBLADO

 

Imagen pintura de Max Ernst


CONVERSACIÓN EN UN ESTANQUE NUBLADO

 

En el fuego apagado el puño de ceniza entre las manos y las salpicaduras en desbandada de las cataratas de todas las palabras extraviadas en el horizonte de los esplendores negruzcos de la brasa nadie ahí cuando la caligrafía de la desnudez se desploma y suben del subsuelo las lombrices los inventos difusos de la eternidad como los objetos insondables de la melancolía o el ronquido de los muertos en su propia eternidad: hay alrededor sombras de fábulas dolientes y antiguas indiferencias avanzando hasta la opacidad plena de los minutos desconozco hacia dónde avanza la materia de la noche y sus grifos de contaminadas intemperies el balbuceo del polvo en el anaquel de las profecías  la palidez del hambre rota en mi desvarío el aliento oscuro condenado al letargo en algún cuervo se desintegra la perpetuidad o se hunde la zarza con todos sus vestigios —arañado  por tantos ahogos me reconozco en la destrucción sorda de los atolladeros (ayer u hoy es la misma mudez de los aleros las floristerías del alba  arruinadas de saliva el cedazo de los poros en herrerías derretidas y algunos candiles gritando de hollín: descendemos a la fosa común donde se queman constantemente los cuerpos y se exhiben los ecos desmenuzados lo intolerante es la constante putrefacción de las cerraduras y su pupila de ciega alegoría) después de todo los sentidos acaban también derrumbándose cuando el poniente mira en declive sí cuando la retórica se torna despiadada oscuridad como los escotes de cáñamo de la niebla —la vida  posee esa nebulosa de arqueología tan cierta como el ojo líquido en los pespuntes del aliento y empecinamientos como la mosca tras los desperdicios que dejan las vacilaciones sobre las aceras (bocabajo en mis abismos inoíbles voy o me anulo a merced de lo vasto: transito encima de mis sombras y pinto mis propias humedades aquello sólo era el cuerpo de lo efímero el dolor que nunca dejó de gritar en mis ojos lo sé después de apaciguar mis calores y remendar la cobija la próxima hazaña de seguro será vaciarme los ojos o lacerar mi boca con bostezos) aquello sí fue, «la piedra llagada sin sombra la enfermedad del acero y del andrajo las osamentas las espesuras de mástiles la orquesta despernancada del terremoto tan sincero y tan soberbio»  después de inclinarme frente a su fotografía descubro al animal silencioso sobre el pavimento de las aguas alrededor del estanque nublado ondulante y magnético descubro todo lo que soñé y que ahora es ruina y encono escritura oscureciendo en la estética de la asfixia fantasma que acaricio en el encantamiento de una flauta oxidada

 

Del libro: «Paraíso de la demencia», Barataria, 2016

©André Cruchaga

Imagen pintura de Max Ernst



domingo, 15 de diciembre de 2024

VENDAS NAUSEABUNDAS

 

Imagen pintura de Max Ernst


VENDAS NAUSEABUNDAS

 

Largas como el pañuelo de la noche, las vendas de sal del sollozo, las vendas que conducen a voluntades transgredidas, nudos de silencios en disfunciones testamentarias. Arrecian, ahora, las pesadillas de la antesala inusitada de los caracoles, los coágulos azules en un país desconcertante, jadeos desparramados en la tos de Heródoto. En la oscuridad de la almohada, espuelas, molduras y guacaladas, el lamparón alado de las sombras en los cuerpos flagelados de sonidos que provoca la desgracia. De todo, ruedan mejillas y párpados sobre el amotinamiento de los retortijones. (Las máscaras postreras no lo dejan a uno agonizar, ni ganarle en especulaciones al tiempo, ni renunciar al cenicero del otro lado del disfraz. Uno no puede desviarse de la culpa tramposa de los sueños húmedos, del azar agachado de las poluciones, o de la toxicidad material que poseen los alacranes).

El pájaro de poca fe se deslengua en el intento punitivo del olvido: hoy son crédulas las escrituras de la desmemoria en un albergue de falacias. Cualquiera sabe de los resuellos de la asfixia y de la tomadura de pelo, fecunda, que posee la meditación más profunda al punto de quemar la tinta en un pezón.

 

Del libro: «Paraíso de la demencia», Barataria, 2016

©André Cruchaga

Imagen pintura de Max Ernst


miércoles, 11 de diciembre de 2024

CADA VEZ EL TIEMPO NOS INMOLA

 

Imagen pintura de Yves Tanguy

CADA VEZ EL TIEMPO NOS INMOLA

 

El mundo no te regala las horas ni los días

porque el paso del tiempo es aparente

y es aparente el aire que nos mira

y el reloj que quisiera atravesar los cuerpos

y la pantalla que en color nos ofrece

la más oscura perfección del deseo.

MARÍA CINTA MONTAGUT

 

Cada vez el tiempo nos inmola, perfecciona el deseo y te lo vende en sacos con piedras, bisutería colgada en las esquinas de una partitura de despojos, te bautiza con narcóticos, azules azúcares de desmemoria y espejos de pastillas en la almohada: caminamos quemando nuestras alas o llenando de palabras huecas los ojos que nunca nos devuelven los campanarios, ni el camino pedregoso del almidón del abismo. Seguro que la nada nos oscurece con su lengua derretida de sombras. Esa NADA que dispersa la alegría y se hermana con el luto; en nuestro haber tenemos brazadas de tierra amortajada y aleteos de un pájaro tuberculoso, nulidad y ausencia en la entraña fustigada por tatuajes. Cuando caminamos el país nos destierra los párpados: así hemos aprendido a amar nuestras heridas y cicatrices, ese laberinto de recuerdos en el pecho y su caudal de tortura. El humo de frío de los trenes nos arrincona hasta el agujero donde se decapitan las sombras interiores de la vigilia.


Del libro: «Paraíso de la demencia», Barataria, 2016
©André Cruchaga

Imagen pintura de Yves Tanguy


sábado, 7 de diciembre de 2024

DEGOLLADURAS INMÓVILES

 

Imagen pintura de René Magritte


DEGOLLADURAS INMÓVILES

 

En el estaño del del cielo, arde la parálisis o la destrucción de lo móvil, el metal fundido en los ecos de la garganta chorrea hipos irremediables, flautas asonantes en la polifonía del subconsciente. Hay filos inexpresivos en el légamo de los pájaros, absortas porcelanas de la risa, vientos desbordados con cachivaches. Los embudos viven enrollados en mi cuello como un retrete de oscura mordaza. Ahora existen demasiadas sombras y enraizados cipreses en mi aliento. En medio de la noche se deshila el sonido de los zancudos; la piel tiene curvas de pálidas colillas, abunda el celofán de las pupilas en las fotografías, las filas petrificadas de los ataúdes, el enrarecido arco de los analgésicos. (Las herraduras de los sombreros atraviesan el centelleo de las velas; en la inclinación del acantilado, el talpetate encallado en la espuma, o la oscuridad descompuesta en los párpados. En algún lugar de la memoria se confunden las monedas y esos restos de sangre en los ataúdes) …


En todas las quemaduras acumuladas, resultan antilíquidos los murciélagos y la humedad chamuscada del aire. Todas las cobijas se multiplican en alfileres: el infinito juega a ser arca, o caja de Pandora.

 

 

 

Del libro: «Paraíso de la demencia», Barataria, 2016

©André Cruchaga

Imagen pintura de René Magritte


domingo, 1 de diciembre de 2024

AHORA EL ALMA SUEÑA

Imagen pintura de René Magritte


AHORA EL ALMA SUEÑA

 

En la hora en que nadie acecha en el espejo

Emprendo un largo camino

E. L. T. MESENS

 

Ahora el alma sueña entre las aspas del viento. Sueña en la lámpara de las alucinaciones imposibles y en aquella ansia expuesta en la dócil luz de lo intangible; «surca el ávido oleaje del deseo el cerco de arrecifes sensoriales», la gramática de la sangre traza expectantes días y persuasivas credulidades para el anhelo, hay una religiosidad de alcancía de lunas, epopeya capaz de transgredir las contradicciones. Del fluido desplomado de los espejos la huella convertida en pájaros antes de disolverse en las semanas. Es rara la memoria, rara vita dell'uccello, rara è l'anima che sogna, arriba del árbol de lo lúgubre, a la ceniza de un cáliz que reclama su abandono, o al hierro de tantas intemperies. Durante la noche, pienso en la tibieza de un beso prolongado y en la fruición de la lluvia lamiendo las mochetas de la ventana que da a la posesión del horizonte. Por suerte hay ahí un postigo que el huracán no alcanza a perturbar, un rascacielos de esperanza me convierte en cautivo.

 

Del libro: «Paraíso de la demencia», Barataria, 2016

©André Cruchaga

Imagen pintura de René Magritte