miércoles, 12 de diciembre de 2012

ÁMBITO DE LA MADRUGADA

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ÁMBITO DE LA MADRUGADA




la mañana mece brazadas de espejos ahí donde los transeúntes dejan su convulso rastro y aunque parezca irracional respiro con claridad las aguas de la memoria: en el tranvía de la meditación las calles transversales del aliento y junto el cuaderno de las heridas sobre la mesa de trabajo afuera la juventud de los árboles y en cierto modo un sesgo de luz a través de las ventanas  todo confluye así en las líneas del tiempo y la germinación de los brazos en los muslos invertidos de la tinta en esta fiebre por el aire al abrir los sueños hacia lo real y ascendente todos los sentidos se concentran en el taller y hago por supuesto que desfallezcan las disonancias de las ramas que caen en los ojos en la humanidad del viento y el murmullo decanto el surco con el arado y se abren los caminos de la compensación así es como muero a diario en la boca del cuaderno ¿perdurará la memoria del aliento? me pregunto después de escribir y callar— sobre mi sombra otras sombras acumuladas los recuerdos diseminados en cada rosa del alfabeto todos los días muertos sin la lumbre del ocote del golpeteo del nido en él quedan todos los silencios la vena rota en la intimidad de cada palabra todo lo que pareció una eternidad y fue efímero: a qué camino voy después de todo sin una boca que hable sin una puerta que respire umbrales  con los ojos apretados de tumbas casi como la ciencia del olvido sobre la hoja descendí a la herrumbre y al fuego atizado sin más camino que la fosa donde se petrifica la demencia de los bolsillos esperé en el desván del hambre y sólo obtuve los días de aguas residuales y el tizne desmedido del azar también en el poema he jugado con los pañuelos y me han herido también en la deshora  los verbos rotundos y esa sombra de las prestidigitaciones al roce de la piel el filo indefinible de la sangre agitada el dolor de estar vivo y ser disparado desde una  azotea pero en vez de huir seguí con el poema apreté las colillas del páramo y desde el ritmo interior del aliento las manos fueron así apartando el matorral de la tierra de labranza más valdría claro no haber clavado mis ojos en el horizonte que la soledad es mayor cuando se marchitan los jardines: alrededor del poema queda el espejismo y la sospecha de que uno ya no es el mismo cuando deviene el cansancio en el ámbito de la madrugada el cristal de zinc de la piel derramada la ceniza honda de la brasa y la indolencia de la tinta ¿qué me queda después de todo este juego de aguas del poniente rasgado en mis ojos? el cuerpo entero del poema y “el camino sobre el campo inverso” de la voz…

Barataria, 08:XII.2012


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