miércoles, 28 de noviembre de 2012

SIN DUDA TAMBIÉN HAY DÍAS SIN PÁJAROS

Fotografía: Lázaro Aguirre




SIN DUDA TAMBIÉN HAY DÍAS SIN PÁJAROS




Me interrogó en voz baja por qué morí.
—Por la belleza —repliqué—
I Died for Beauty, Emily Elizabeth Dickinson





sin duda también hay días sin pájaros  y columnas de humo erguidas en la boca y brazos invertidos hacia la oscuridad total de las puertas: irrumpen las escaleras en descenso hacia la tarde muda que extingue las sillas del poniente yerran las sienes en el fierro de las disonancias es claro que hay ecos a punto de horadar la piedra cuesta sostener el aliento en los ataúdes impensables del desdén: quizás sea la hora cero la del resumen o la síntesis la hora fatal del prisma que fenece en el pedazo de bambú del calendario hecho agonías nunca se sabe hacia dónde van las espinas del agua y la lengua traspasada por la ceniza nunca se sabe si es hueco o vacío este dolor real de guitarra fragmentada  hoy he vuelto a caminar entre la multitud ¿dónde está el alba?  Hay gemidos de sangre y relojes oscuros me muerden la degradación de mi propia materia es grande el desamparo de las espigas y putrefacta la desesperanza de los crisantemos frente a qué paisaje pueden sobrevivir mis palabras sin que los cuchillos tiriten en mis dientes sin que la saliva niegue mis violines mientras grito en la prisión del fuego me doy cuenta que la perennidad es un concepto efímero que solo tiene cabida quizás en las cosas microcósmicas gimen los trenes amarrados a mis ansias agonizo en la escupida de los taladros montañas de lejanías para mis dilatados pies jardines deshabitados en el mendrugo de la alforja de la esperanza qué me queda sino sangrar en tantas interrogaciones allí en el polvo desmedido que soy en el pañuelo que auxilia cuando la ausencia es señal de otro filo indefinible si existe alguna analogía debo decir que es más benévolo un disparo a esta suerte de páramos y colillas y mientras los zapatos se desgastan en el viento también el matorral se acerca a mi boca volé he volado nunca alcancé sin embargo el fruto de mi muerte caen las palabras en la bruma como todo lo que aletea en la memoria la ardiente brasa del frío el poniente del espejo como un muro a la orden de no sé qué designio de pronto vuelvo a mis candiles y al compás de la entraña ciega del pálpito al final creo que sólo es un día sin pájaros en esta sed amarga de la espera sea pues al final la piedra silenciosa que oscurezca junto a mis alas
Barataria, 17.XI.2012


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