viernes, 18 de diciembre de 2009

Huella de la sangre

Cada calendario tiende huesos como sábanas. Hay pesadillas
En la sombra de los colmillos, en la jaula de los rostros,
Autor de la fotografía: Roberto Prada Alfonso










Huella de la sangre








En medio de la noche y de la soledad,
Danza como una antorcha su fantasma en el aire.
CHARLES BAUDELAIRE

yo huyo, pálido, deshecho, obsesionado por mi sudario…
STÈPHAN MALLARMÈ






Cada calendario tiende huesos como sábanas. Hay pesadillas
En la sombra de los colmillos, en la jaula de los rostros,
Y en ese abrevadero sin piedad de las entrañas.
La sábana de la intemperie rompe los labios. La bestia ciega
De la noche los hace jirones. —¿Dónde estuve antes
De las falsas alegorías, de los pies rompiendo las nubes?
Nadie lava el alfabeto en medio de abismos. Sobre gradas
Agolpadas en los poros, en el tacto que reclama al viento ciertos
Acertijos para acariciar el vitral monocolor de la hojarasca.
El cielo devora los últimos tragaluces del insomnio.
Los brebajes son una retranca para el olvido. Imposible tejer
La roca inerme con la saliva de los pájaros.
Imposible abrir la puerta del infinito sólo con el pecho.
Los días soleados organizan minuciosamente la caligrafía.
Dafne sobrepasa cualquier señal de pañuelos o sábanas.
La acechanza va más allá a cualquier cubito de hielo en las sienes.
Ante las ausencias cualquier color es bueno.
En la incertidumbre de un pétalo bebo hostias de sombra.
[Dime que no simulas cuando entras a la zona del delirio,
Dime que el reino nuestro está en este mundo,
Dime que entrada la noche no seremos cazadores furtivos,
Dime que no guardaremos el follaje en armarios en desuso,
Dime que el musgo no crecerá en las ventanas].
El escombro diario raspa mis zapatos. Corroe el ángelus,
El Padre Nuestro y torna en óxido la hora primera no la postrera.
Siempre los espejos son un largo camino en el deseo.
A menudo inmolamos los hangares de las retinas.
En los jardines de los cuervos únicamente hay sombras.
De vez en cuando en los peldaños de la piel se juegan exorcismos.
De vez en cuando la luz nos muestra los cántaros rotos
De la fantasía, la sal constelada del sollozo,
La lluvia temprana de las cartas y las fotografías.
¿Hasta dónde la zarza del vértigo toca la niebla, o se torna
Arma secreta en los senderos, en las baldosas de la bruma?
—Uno siempre va ascendiendo a los jeroglíficos,
Como una burbuja en medio del mercado. Alguien los pedazos
De historia. Alguien se vuelve indecible en la noche,
En la apoplejía de los discursos, en el barranco de la congoja.
Ser uno es quitar los muros de las estaciones:
—amanecer corriendo contra la tristeza, vaciar los zumbidos
De los guijarros,
Y morder algún pájaro en el territorio de la lejanía…
Barataria, 17.XII.2009


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