viernes, 11 de diciembre de 2009

Estatuas

Desde siempre las estatuas guardan los secretos de las calles:
—urden en sus axilas incólumes, la alegoría de los pájaros,



Estatuas




Aquel cuyo rostro no irradia luz nunca será estrella.
La eternidad está enamorada de las creaciones del tiempo.
WILLIAM BLAKE

Oigo los pasos de los hombres
que transitan por aquí…
GUNNAR EKELÖF





Desde siempre las estatuas guardan los secretos de las calles:
—urden en sus axilas incólumes, la alegoría de los pájaros,
Las sombras grises del alfabeto, los abismos de los mediodías
Evidentes, y hasta horadan los calcañales de un cazador
Furtivo de lámparas enmohecidas.
La maleza de los ojos se pierde en las encrucijadas.
Luz entreabierta al celo de la vigilia, a la perennidad
Sin esplendor de alcancías, al susurro enmohecido de la noche.
A veces el País lo pone a uno como reliquia de la intemperie.
Porque es mejor el silencio a la algarabía. Así no se transpira
Azufre y se evitan los hedores. A veces me asumo como la piedra,
Hasta el final imposible de mis días.
—Claro que es nostálgico no padecer de hambre; ni usar
La sartén por el mango,
Ni apretar el sol de la escritura.
De pronto las estatuas no saben circular en medio del tráfico,
Ni tocar el mimbre de los atardece eres errantes.
Ni evitar la acechanza de otros delirios, —esos delirios de poder
Que la historia aviva con sus manos de matrona.
[Un día vos y yo lameremos el rabo de los perros para confundirnos
Entre tanta polución de contradicciones;
Anudaremos las maquinaciones al sueño y a la saliva.
Así podremos vislumbrar los pétalos de la transparencia,
Los nudos de la trama en el laberinto de los roedores.
Sé que seremos felices algún día: cuando seamos esa inmensidad
Abandonada en los parques, cuando la corona de espinas nos consuma
Por segunda vez o por tercera, según las escrituras]

—Seremos estatuas flotantes del nuevo emporio, del sigo, digo,
Sin esos eufemismos con perfume. Seremos, simplemente.
Y así, siendo espejo contaminado, pequeño guijarro del suelo,
No podremos ser la cocina yerta de la fauna.
Un día nos matarán las heces fecales del disfraz.
Quizá la irreverencia sin vestidos frente a la caligrafía, quizá
La respiración de los insectos en la montura invisible de las máscaras.
Alguien nos alcanzará con un corazón de telarañas.
Debemos recobrar la memoria albergada en los zapatos.
La distancia que perdimos en la respiración de los retretes.
El polvo menos impío de los deseos.
Arrojar la perversidad a la hoguera. —Las barajas descuartizadas
En los contenedores, esta inmolación de los jardines.
Después de todo no sé si fueron ciertos sicarios con frac los que,
Nos eligieron para la posteridad; o simplemente el hado
Nos jugo una mala pasada de precarios espermas.
La temperatura juega a las emboscadas en las sienes.
En el fondo no hay constelación de prodigios, sino redes sazonadas
En la salmuera de los ojos.
En el fondo, ningún aplauso evita el letargo del oprobio.
Ni hace de estos rostros ya sin vértigo, efigie de la luz,
Sino un rehén en las propias sombras de los fantasmas.
Barataria, 09.XII.2009

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