sábado, 31 de marzo de 2018

MEMORIA DE ANDENES

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MEMORIA DE ANDENES




Se levanta sin decoro esta suerte de andamios
el descolor y las superficialidades,
los zapatos que examinan la cólera de los días postrados,
los huecos de la frivolidad sometidos a mis ojos,
sin poder hacer nada;
a menudo, para cambiar el rastrojo
que deja la orina en tránsito de sexo destrozado.

¿En qué orificio nos deshacemos del maquillaje de la filiación
del corsario sin talismanes,
de los pergaminos escritos en el glaciar de la lengua
de los memorándumes en el trafagar de la indeterminación?
Todavía el tiempo es una cámara desnuda.

Con todo, mi memoria se forja
en el traqueteo de los zapatos.
Hay todo un sinfín de palabras que nos vacían o nos llenan,
al punto que uno pierde la orientación de los ríos
y se aferra a la crueldad del paisaje,
a las circunstancias superfluas de las frases hechas
sin importar que el porvenir acumulado
esté en la sed de la vasija del tórax.

Sé que perdimos la sensibilidad ante el decoro.
En vez de expectantes relojes eructamos letreros de ceniza,
mensajes con osamentas congeladas,
decadentes arco iris de pájaros.
Todos los días el mismo cementerio de palabras,
la misma soledad intravenosa que cuelga en el cierzo del alba:
gris la postal espectral en la memoria,
o el miedo rotundo al rebote del ala,
al genocidio del aliento,
a los largos días de bufandas oscuras,
 como la conciencia cuando muere aplastada por un buldócer.

Sólo hay tumbas movedizas
en el ejercicio del tránsito de la nube que piensa
que es planicie,
absoluto delirio de grandeza en el video-casete
donde se muestra la cola de la escarcha del faisán.
Si bien el manjar parece de aurora,
yo digo que tiene detalles imprecisos
y no responde al tiro al blanco,
de la avidez ni a la propia incitación
del ojo pardo del grito de feria.

Con toda esta lucha de antípodas,
el drama parece ser el mismo:
vivir sólo en el imaginario cansa;
ante la fécula desollada,
sobran los testimonios del mimetismo,
sobre lo aprendido.
Si buscamos perennizar el fósforo en el aliento,
primero habremos de morir en el exceso del desierto.

En el velero imaginario, la sombra evaporada del espejo.

Barataria, 2012
Del libro “VACÍO HABITADO”, 2012 (inédito). 150 pp
© André Cruchaga


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