jueves, 1 de marzo de 2018

EXPOSICIÓN DEL GRITO

Imagen cogida de la red





EXPOSICIÓN DEL GRITO




Gritamos cuando la fiebre de la noche puja en la garganta,
cuando las sílabas han sido cercenadas con hachas,
cuando para vivir debemos cultivar el oficio de masticar moscas,
y mirarnos la comezón de las heridas,
y suponer que los miedos sólo pueden ser clandestinos,
cuando la boca enmudece
carbonizada sobre los tiestos inverosímiles del espejo
tirado a la deshora de la colilla inmóvil
de un cadáver en el sueño.
(Así voy cruzando a pie el puente de los olvidos,
rota la boca en sus posibilidades de risa.)

En cada porción de papel de los recuerdos,
el viento grita en los anzuelos de la lluvia,
terrazas de metal en los poros,
algunos excrementos en nuestro laberinto,
donde el cráter de los ojos dispara telares de piedras,
bacinicas con ciudades de asco,
amotinados odios en el sepia de las bodegas,
inútiles campanas en la boca cerrada
de los cadáveres que nos asedian alrededor de los escarabajos.

—Cada vez nos exponemos a todo:
el cielo oculto en el entrecejo,
la pecera de Sócrates en el bufón del suicida,
la baratija del crepúsculo ganando interés,
supremo coito de la luna
en el momento en que la herida edifica lo imposible,
el espejo en su virtud de castillo de naipes,
los caballos disecados del ansia,
la soledad que nos abraza
en la jaula hecha de peces muertos y salmuera para los días
postreros de la separación de las aguas.
—Siempre hemos estado expuestos al aullido del perro,
al tragaluz calcáreo del granito,
al estruendo procedente de los pañuelos,
a la esquina indiferente que arrecia sus tentáculos,
siempre hundidos en el pozo de la sobrevivencia,
sin alas el bostezo del aire,
el camino donde la sombra es la sombra de uno,
con toda la oscuridad de las monedas desgastadas
del aliento y sus muchos universos rotos.

— Por doquier cuchillos como abrazos, harapos
sin balanza, celebrando la monotonía del frío,
el cadáver del cielo
con sus quejas,
—vos a punto de perder tu rostro en la joroba
de la mecedora de la muerte.

De tanta piel descubierta,
nos quedó el grito en el poro,
la ceniza de la embriaguez en las sienes,
la cruz ácida de la apariencia,
el filo del dardo en el velo del paladar.

Ah, esta enfermedad de morir a pausas,
sin recuperar los pedazos
del reino destruido.

Suena el extraño eco de los pespuntes al tiempo
que la historia nos aprieta la desnudez.

De pronto, cumplimos años disputándonos el suicidio cotidiano,
esa demencia desenfrenada del absurdo,
la risa de un disparo al momento de la cópula,
el justo defensor de los sórdido,
en el retrato difuminado de nuestra envoltura.

Después de tanto grito, nos convertimos en bocina infatigable:
así acrecentamos la tortura y nuestra presencia,
nuestra palabra en la caverna del grafiti.

Barataria, 2013
Del libro “CUERVO IMPOSIBLE”, 2013(inédito). 138 pp
© André Cruchaga

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