jueves, 5 de octubre de 2017

INFINITUD DEL FUEGO

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INFINITUD DEL FUEGO




En el ojo que desclava el fuego los pormenores irremediables de la infinitud: esas otras determinaciones que no caben en el bostezo ni en las estaciones del tintero ni en el bosque que acumulan las ojeras siempre hay algo más allá de la angustia de la muerte y su belleza de constelaciones fatigado de tantos rostros y nombres reacomodo mis zancadas hasta alcanzar un estado de aplomo todo tiene sesgo aun el goteo del sexo mortecino las servilletas roncas de la mesa el enviste del remojón en ayunas el fermento que se acrecienta debajo de las cobijas después uno quiere retroceder ante lo extraño del tiempo que oprime a cielorraso después no sé las tablas de la fe y esta vocación anímica del agnosticismo y la facultad del filo que roza uñas y galope ahí donde leo los leños del sacrificio y la ceniza fruncida de los pájaros derruidos y la espuma inusitada de la ebriedad y el riesgo a los hilvanes de la oscuridad nadie por cierto inventarea todas las muertes que ha padecido junto con el martirio quemado de los jardines frente a los pedacitos de tristeza repaso cada una de las estampillas y postales el destello aun mojado de las palabras y su destino: nunca hubo tutelaje salvo el polvo y las rodillas degastadas y la boca seca en el fondo del agua —ocurre que siempre debo descender más allá de húmeda ráfaga del humo y abrir los cuatro costados de la inmolación o resbalar en mi propia escupidera luego callar los extravíos de la resignación quemar las espinas de los puntos cardinales acurrucarme donde nadie me mire quitarle el rostro a la extrañeza de lo fugaz (por supuesto que nunca es fácil entender la ternura ni retomar con urgencia todas las enseñanzas de los pezones despedir al invierno con asperezas dejar de recordar el pajarillo de la primavera o dejar de lavar los ronquidos de la desmemoria lo cierto es que llegamos al borde del agujero de la otredad ahora se repite la sal en la garganta la sal que nunca dejó de estar en la herida juro que todavía siento la lengua atrapada en la expectación en la torpe ventana de la niebla) cualquiera puede desdecirme después de todo: escribir sólo es una excusa para atenuar el abandono todo es extraño después de todo cuando la lluvia ha pasado: las moscas en la herida las arrugas que se pliegan en la garganta y hasta los muertos en cuclillas sobre el césped la soledad nos quiebra la angustia y arrastra el caldo del resoplido y cava en la nada hasta abrir los gemidos de la noche ahora solo me queda quemar las hernias de la turbación y recoger las esquirlas de tu sexo y gozar la arbitrariedad del disfraz con todas las manos suicidas del fuego ya fenecido hacerle cosquillas al alba y enmudecer de oruga debajo de las raíces de los cipreses…
Barataria, 2017

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