viernes, 6 de mayo de 2016

VENTANAS INASIBLES

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VENTANAS INASIBLES




Hay ventanas salidas de la espuma como las manos de una gota de cierzo.
Camino sobre el césped, llevando en mis bolsillos, los mundos pedregosos
y vacilantes de la memoria y las semillas del estertor.
Uno cavila sobre ciertas fábulas, roncan las bacinicas desde el juego del peltre,
No sé en qué punto las ventanas se tornan inasibles o sólo es mera figuración
de un apagarse la vista frente al horizonte.
Uno mira las paredes mientras crece el miedo en fila india.
Miro sobre las piedras las mochetas de antaño, las rugosas escalinatas
y el pedazo de niebla mortuoria desde sus aristas.
(¿Qué ha cambiado desde entonces? ¿Acaso se perdieron también los vestigios
de la espuma, la lejanía desde aquí, infinita?
¿Huimos o nos quedamos junto a estos espejos deshabitados? ─Uno no sabe si,
alguna centella deviene del campanario magnético de la niebla,
o si en los puertos uno palpa la lluvia de los muelles, el tiempo todo recostado
en nuestras sienes, la intensidad que rasguña nuestra sombra, el yo tal vez, duplicado 
y sin asirse.
A menudo todo excede a los propios ensimismamientos. Así lo parece.
¿Se olvida aquella ventana que nos recuerda en la sombra, una palabra detenida 
en medio de la calle, las raíces que no hecho el cuerpo?)
Entre el tiempo de ayer y el presente, las ventanas no tienen punto fijo
en la noche: ni siquiera uno puede corporizar los absolutos, ni jugar a la luz íntima 
de un nido. Salvo los abandonos, que están allí, desnudos…
Barataria, 2016.

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