lunes, 29 de octubre de 2012

DESPEDIDA

Fotografía AC





DESPEDIDA






Alguien dibuja en el borde de un papel esta ciudad
donde lame su destierro.
JUVENTINA SOLER PALOMINO




Todo está dispuesto para dejarse: —Nada se lleva
uno de esta tierra, sino a lo que la tierra va entre
un techo de madera y sueño profundo. Entre
un pecho callado y la carne yerta, rígida, sin el tono
material del pensamiento.  Sin eso  que se llama
adiós. Sin ese sentido de la ropa del cierzo…
La claridad apaga el azul encendido de su propio
pabilo. Arde la nube que se va, la suma de cuanto
ha ardido en el ascua. —Parto en el sonido
del ciprés; cuelga de las sienes el viento; un día
cerrado lame el cuerpo, otro día amenazado por
tu sombra.  Me voy en la lengua del horizonte,
sin hacer un alto en la música amarilla de los altares.
Me harán falta tus manos entreabiertas en el pecho:
el sonido tibio de tu forma en mis pupilas,
también la puerta de tu rostro como un barco.
Nadie despide a nadie alzados en el sueño —nadie
habla ni mira —ni uno ni otro— se inmuta frente
a la noche que apenas empieza a vivirse…
El agua del pálpito es inminente bajo repetidas
axilas de dolido óxido. Uno y otro sin desliar ojos
y oídos. Uno y otro en el diálogo que no llega
porque se lo tragó despacio la espuma
o la esfera de los días, o el repentino cansancio
de la materia, o el silencio de las campanas.
Nunca fue posible el pan con franquicia.
Siempre los pómulos del grito rompieron la garganta.
Siempre la falta de luz en las sábanas de la aurora.
Siempre en la respiración de las ventanas, hubo
un cuerpo y un tiempo sin alma,
siempre faltó el barco de la ternura para quitar
la dureza de las criptas y el encaje de los horarios.
Siempre en la ilusión nos invadió la ceniza,
y jamás pudimos ser mar, césped, o niños
imaginando un mundo mejor entre rostros diversos.
Siempre la tierra nos llenó de bruma —de pronto
hemos sido esa bruma encallada en el día.
Así,  es mejor caminar sin despedidas para ahondar,
sin ahogos, en el silencio. Caminar sin pavor,
ni obstinados tules de sombra…
Ahora quiero caminar, despacio, a la orilla
de los muelles, oír la espuma en su vuelo verde,
bajar mi memoria al agua hasta sentir la sal,
reposar mi pecho en la mirada de las olas,
hundir mis manos en la habitación de las gaviotas,
abrazar el agua que sube a mi aliento…

Ahora me voy, clavo mi mirada en los espejos:
—mi propio espejo, que acaso, transparenta los espectros
de esa nostalgia por los muelles…

Barataria, 14.II.2009


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