jueves, 6 de mayo de 2010

LENGUA DE ESQUIRLAS

Era, lengua de esquirlas el vendaval de los dientes sobre las vitrinas
Del tiempo. Este tiempo de no acabar con su gangrena.
Esta lengua de muerte y máscara. —sangre coagulada en el tórax.
El amor se ha vuelto un túnel de sonámbulos cajones.
—Debes saberlo que así no alcanzamos la aurora.
Ilustración tomada de la red








LENGUA DE ESQUIRLAS







El latido
se me hace más intenso a cada instante.
MARIA ROSAL








Era, lengua de esquirlas el vendaval de los dientes sobre las vitrinas
Del tiempo. Este tiempo de no acabar con su gangrena.
Esta lengua de muerte y máscara. —sangre coagulada en el tórax.
El amor se ha vuelto un túnel de sonámbulos cajones.
—Debes saberlo que así no alcanzamos la aurora.
Cada vez más distante la ropa del cuerpo. La noche patética
En la alcoba. Los días enemigos de la ley y la hostia y el vino.
La lengua, sucia, entra a las venas. Su aguja tritura las palabras.
La lengua sobre los ojos del frío.
La lengua sobre la entraña rompiendo los espejos.
¡Tantos cuerpos desordenados sobre los andenes! En las calles
Respiramos lenguas delirantes. Lenguas del tamaño de la muerte.
Lenguas erigidas por el instinto sanguinario.
Lenguas golpeando los pulmones. Lenguas esculpiendo la muerte.
Desmenuzando el vértigo. Aullando. Nadie parece ponerle fin
A esta vida cerrada, a este sello postal de la angustia.
Desde siempre conocí esa lengua de afiladas navajas, abriendo
El diafragma, el rio de naranja agria de su aliento. —de pronto uno quiere
Huir de esta pesadilla cotidiana, ser feliz sin autotoques de queda.
Evidencias hay: fotografías, cabelleras tiradas en las cunetas,
Amasijos de paisajes siniestros. Uno suda la lengua de la penumbra.
La penumbra de uno y la de los otros, —la turbiedad interminable
Del abismo, el apetito apretado de la lengua.
Todo el País es un lavatorio de la sangre. Escapularios sin aroma.
¡Cuánto duele la lengua en la herida! La mano sobre la saliva.
El horizonte dejó de ser una palabra azul; ahora es estallido, accidente
Del dolor, moho abierto del insomnio.
Nos lame la lengua de la pólvora. Contra los zapatos la tempestad.
Hoy es grito el pétalo en medio de la autopsia, el cadáver mío y suyo
Que ya no quieren las sanguijuelas.
Hoy es la orina en las esquinas de los antros, cuyo hedor rompe
El olfato, espejo de agua amenazante. No diferente a la lengua
De los narcisistas y las envidias. Igual al gran espejo de la televisión.
En los próximos días, la lengua seguirá su afán exponencial:
Urdirá argumentos para elevar las cifras, tratará de disimular
Los excesos, fingirá lecturas y hará escaramuzas. Pero siempre, torcerá
La memoria. Y maquinará tantas cosas: los desvelos, por ejemplo.
En este acantilado de lenguas no me sirve la sintaxis. Ni los lavatorios
Individuales. Cada quien sale ileso del teatro como puede.
Cada quien en medio de las transgresiones…
Barataria, 29.IV.2010

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