viernes, 7 de mayo de 2010

DÍAS PRONUNCIADOS

Por razones inexplicables, la navaja del tiempo abre la boca
De las palabras, —el delgado filo del rictus,
La gota sonámbula salida de las sombras, el cuadrilátero
De los minutos sobre la gota liquida de la transparencia.
Pronunciamos nahuales en las jarras azules de la inquietud.
Ilustración tomada de la red








DÍAS PRONUNCIADOS








…no es placentero ser puesto en la cruz y dejado ahí,
CHARLES BUKOWSKI

Recuerdo solamente que he olvidado el acento de las más amadas voces,
y que perdí para siempre el olor de las frutas de la infancia,
el sabor exacto del durazno,
el aleteo del aire frío entre los pinos,
el entusiasmo al descubrir una nuez que ha caído del nogal.
DARÍO JARAMILLO AGUDELO







Por razones inexplicables, la navaja del tiempo abre la boca
De las palabras, —el delgado filo del rictus,
La gota sonámbula salida de las sombras, el cuadrilátero
De los minutos sobre la gota liquida de la transparencia.
Pronunciamos nahuales en las jarras azules de la inquietud.
Entre insectos y ceniza, la taza ecuatorial de las premoniciones.
Los días que no dejan ver el agua,
Los torrentes ásperos del sepia de las máscaras y las estatuas.
En la intimidad hacen falta tantos caminos para andar todos los poros
Sin itinerarios, sin descansos, sin descensos.
Caigo en cada losa de la pasión. Me muevo en la cadena turbia
De los clavos del cierzo, en los gallos bizcos de la materia sofocada.
—Quizá nunca seamos, alrededor de Sócrates o el tal Tales,
Ese agüero de Pitonisa, pero juntos podemos lavar los trapos en casa,
Sin hacer evidente nuestra mesa empobrecida.
Desde luego camino como un perro diurno salido de la jauría.
Entre pecho y baldosas los anillos de la saliva galopante.
Entre perro y perro, gotas de sílabas en las ventanas del ojo ciego
Que sólo ve la claridad en su conciencia.
Hay días que se dicen y no caben en un vaso de ceniza. Otros son menos
Afortunados: los que caen el letargo del polvo al mediodía.
Lloramos al cuerpo amado cuando las migrañas se vuelven pedazos
De grito. Cuando el agua se vuelve estéril en la boca.
A menudo queremos vivir en el desdibujo de los brazos, —yagual
Sordo de aguas extinguidas.
—¿Qué días hieren nuestros zapatos? La inducción apologética
Que conocimos en las rodillas, los sofismas de la gimnasia en la Nubes,
La physis, el arjé del silbo en los labios, el ojo exhausto de tropezones.
Por razones inexplicables, también, la vuelta circular
En la indigencia, este dolor intempestivo de fotografías,
La claridad de la noche compartida, —la gota secreta del ansia
Con su ademán de plegaria moribunda.
Lo no dicho aquí semejante sea al desengaño. A la mesa oscura
Del mercurio, a esa caminata asimétrica de lo hierático.
Después de todo, los relámpagos sedimentan los colores neutrales:
Los tendones confusos de la garganta, el ahogo difuso de las bóvedas
En los labios, esos fantasmas que tocan el respiro.
Así son los días pronunciados en cada batalla: nos volvemos
Forajidos en la trinchera circular y paranoica de la ubicuidad.
Barataria, 30.IV.2010

2 comentarios:

Marian Raméntol dijo...

Forajidos en la trinchera, así deben sentirse las palabras cuando sangran... Felicidades por este magnífico poema.

Un abrazo
Marian

André Cruchaga dijo...

Ah, querida poeta Marian! Cuánta verdad hay en eso, la cobija de este deambular en la palabra, me da escalofríos. El agua me cubre los costados; sangra el alelí huraño de los espejos.

Gracias por tu visita y mensaje.

André Cruchaga