Imagen pintura de
René Magritte
DEGOLLADURAS INMÓVILES
En el estaño del del cielo,
arde la parálisis o la destrucción de lo móvil, el metal fundido en los ecos de
la garganta chorrea hipos irremediables, flautas asonantes en la polifonía del
subconsciente. Hay filos inexpresivos en el légamo de los pájaros, absortas
porcelanas de la risa, vientos desbordados con cachivaches. Los embudos viven
enrollados en mi cuello como un retrete de oscura mordaza. Ahora existen
demasiadas sombras y enraizados cipreses en mi aliento. En medio de la noche se
deshila el sonido de los zancudos; la piel tiene curvas de pálidas colillas,
abunda el celofán de las pupilas en las fotografías, las filas petrificadas de
los ataúdes, el enrarecido arco de los analgésicos. (Las herraduras de los sombreros atraviesan el centelleo de las velas;
en la inclinación del acantilado, el talpetate encallado en la espuma, o la
oscuridad descompuesta en los párpados. En algún lugar de la memoria se
confunden las monedas y esos restos de sangre en los ataúdes) …
En todas las quemaduras
acumuladas, resultan antilíquidos los murciélagos y la humedad chamuscada del
aire. Todas las cobijas se multiplican en alfileres: el infinito juega a ser
arca, o caja de Pandora.
Del libro: «Paraíso
de la demencia», Barataria, 2016
©André Cruchaga
Imagen pintura de
René Magritte
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