CADA VEZ EL TIEMPO NOS INMOLA
El mundo no te regala las
horas ni los días
porque el paso del tiempo es
aparente
y es aparente el aire que
nos mira
y el reloj que quisiera
atravesar los cuerpos
y la pantalla que en color
nos ofrece
la más oscura perfección del
deseo.
MARÍA CINTA MONTAGUT
Cada vez el
tiempo nos inmola, perfecciona el deseo y te lo vende en sacos con piedras, bisutería
colgada en las esquinas de una partitura de despojos, te bautiza con
narcóticos, azules azúcares de desmemoria y espejos de pastillas en la almohada:
caminamos quemando nuestras alas o llenando de palabras huecas los ojos que
nunca nos devuelven los campanarios, ni el camino pedregoso del almidón del
abismo. Seguro que la nada nos oscurece con su lengua derretida de sombras. Esa
NADA que dispersa la alegría y se hermana con el luto; en nuestro haber tenemos
brazadas de tierra amortajada y aleteos de un pájaro tuberculoso, nulidad y
ausencia en la entraña fustigada por tatuajes. Cuando caminamos el país nos
destierra los párpados: así hemos aprendido a amar nuestras heridas y
cicatrices, ese laberinto de recuerdos en el pecho y su caudal de tortura. El
humo de frío de los trenes nos arrincona hasta el agujero donde se decapitan
las sombras interiores de la vigilia.
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