domingo, 15 de diciembre de 2024

VENDAS NAUSEABUNDAS

 

Imagen pintura de Max Ernst


VENDAS NAUSEABUNDAS

 

Largas como el pañuelo de la noche, las vendas de sal del sollozo, las vendas que conducen a voluntades transgredidas, nudos de silencios en disfunciones testamentarias. Arrecian, ahora, las pesadillas de la antesala inusitada de los caracoles, los coágulos azules en un país desconcertante, jadeos desparramados en la tos de Heródoto. En la oscuridad de la almohada, espuelas, molduras y guacaladas, el lamparón alado de las sombras en los cuerpos flagelados de sonidos que provoca la desgracia. De todo, ruedan mejillas y párpados sobre el amotinamiento de los retortijones. (Las máscaras postreras no lo dejan a uno agonizar, ni ganarle en especulaciones al tiempo, ni renunciar al cenicero del otro lado del disfraz. Uno no puede desviarse de la culpa tramposa de los sueños húmedos, del azar agachado de las poluciones, o de la toxicidad material que poseen los alacranes).

El pájaro de poca fe se deslengua en el intento punitivo del olvido: hoy son crédulas las escrituras de la desmemoria en un albergue de falacias. Cualquiera sabe de los resuellos de la asfixia y de la tomadura de pelo, fecunda, que posee la meditación más profunda al punto de quemar la tinta en un pezón.

 

Del libro: «Paraíso de la demencia», Barataria, 2016

©André Cruchaga

Imagen pintura de Max Ernst


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