miércoles, 22 de febrero de 2017

QUEMADURAS CONJETURALES

Imagen cogida de la red




QUEMADURAS CONJETURALES




Entre las tantas quemaduras conjeturales está el estrabismo de la luz
y su juego de ladridos derrengados.

Hay imágenes allí de espejos y cuadernos gastados por el sexo: los relojes
queman con su pelambre, mientras las catedrales se encaraman en uno.
Habría que ver cuánto tiempo se zambullen los pájaros en los monumentos
protegidos, en las lejanías donde ya no llegan telegramas, sino e-mails.
—Me ganás la partida con todas las postales de lluvia envolvente
en mi pañuelo. Yo ya he dejado de salivar como se hace en un hipódromo.
Es curioso eso de sobresaltarse con el ruido de un cincel.

Ante la proximidad de muchas alambradas, cojea la mudez en los barrancos.
En el interior de la boca, son extrañas las llagas de las dentaduras postizas,
y esa encerrona de humo en el pecho a punto del ahogo.

Todo el fuego gira como el reloj alrededor de los dedos y abstracciones
del alfabeto. De remate pescamos el asco, ácido, de precarios candiles.

Cada llaga tiene la desventaja de que no es inmutable: bebidos los analgésicos
para la esperanza, las arterias descomunalmente chamuscadas,
están allí, como una vieja almohada rescatada de un incendio.

(Yo en mi tentativa conjetural) el parpadeo ilegible y su exhausto día muerto.
Cada quien delira frente a la entereza de la roca y su aliento de mediodía.
Cuando la piel hierve hay una comezón en el aliento.

—Ahora quiero escuchar un blues y morder de nuevo la herida hasta sangrar.
Barataria, 30.XII.2016

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