miércoles, 2 de febrero de 2011

HOJA DE LA DUDA


Hay vientos que se aferran al trayecto de la herida: forman su propia
túnica de espejismos, sombra en el atrio del pecho.
En su estanque, la desnudez se cubre de telarañas, progresivas
Mariposas resbalando en el traspatio de la voz.
Fotografía: Paolo Neo


HOJA DE LA DUDA





En ese mundo natural, sólo las latas y la paciencia
traen fecha de vencimiento.
RENÉ RODAS




Hay vientos que se aferran al trayecto de la herida: forman su propia
túnica de espejismos, sombra en el atrio del pecho.
En su estanque, la desnudez se cubre de telarañas, progresivas
Mariposas resbalando en el traspatio de la voz.
Es mejor deshojarme en el frío de la duda, a tener que soportar
El tránsito con agujeros y alfileres.
La fiebre da vueltas alrededor de las lámparas: así también
Me doy cuenta que los altares tejen grandes tinieblas, ebulliciones
de espuma, lecha oscura donde se inclina la alabanza.
En la estación muerta de las escaleras, el abismo tiene desniveles
de acordeones,
y subastas donde la hoguera exorciza los días de la semana;
aunque no se crea, las almádanas son necesarias para derribar
las mareas crecidas de los siglos empedernidos y los búhos negros
del idioma: las trenzas son singulares reptiles,
en presencia de la carne desollada de los cipreses.
Todavía me alimento de caracoles y luciérnagas: —aunque cause
alarma, me inquieta el desmayo en las claridades,
o si se quiere, el resplandor en las salas de los aeropuertos,
donde todo mundo quiere salir a las terrazas de los helechos
invisibles. De pronto ¿es cierta la brisa azul que se cuelga de la lengua,
del cielo lunar del azúcar, de la hoguera que estalla en la garganta?
—Todos los días del calendario son difíciles de entender;
hoy mismo cuando las muchachas caminan por la calles de la ciudad
en medio de bestiarios,
de fisuras y bagatelas, de aguas desconocidas ensuciando el día.
Hoy podemos inventar cualquier cosa: de ahí que los equívocos,
nutran la vida ciudadana; que la vida ciudadana esté siempre en litigio,
y abunde por doquier la sospecha
de la limosna del ciego en los videntes.
Cuando ardemos, caducamos en la varita mágica del tiempo;
nos llena la calle con sus versos de granito, el colofón de la historia
no advertida, la avena del musgo en el olfato,
las verdades que nunca llegan a serlo en medio de la maleza,
el mérito de los pezones para los ojos sin brújula, el filo de las alambradas
sobre el pan incubado para albergues:
todo exceso es duda. Todo sueño sobre piedra es duda. Toda palabra
es una escalera donde el alfabeto tira sus dados para probar
la suerte del zigzag en las pupilas.
A menudo los tambores de la saliva no sirven para levantar el deseo,
Sino para regocijar la caries declamada por las lámparas…

Barataria, 30.I.2010

2 comentarios:

FRANK RUFFINO dijo...

Poeta André amigo:

Una sucesión de imágenes sorprendentes. Realmente un texto para releer y constatar lo buena que puede ser la poesía en verdaderas mano de orfebres.

Abrazos fraternos en Amistad y Poesía verdaderas,

Frank.

André Cruchaga dijo...

Amigo Frank y poeta querido: es un honor su visita y dejar sus impresiones respecto a la lectura del poema.

Mis mejores parabienes para ud, poeta.

ANDRÉ CRUCHAGA