jueves, 24 de febrero de 2011

DESTINO DE LA SOMBRA


Somos, después de todo, la luz disuelta del grifo entre la sombra:
todo eco calla. Aún la carcoma masticada en los laberintos,
la jaula cubierta de sabias palabras,
los juegos redondos de los circos, los dilemas de la llave y la puerta.


DESTINO DE LA SOMBRA




Amanece de nuevo
en las calles,
y otra vez somos, tú y yo, unos desconocidos;
PHILIP LARKIN




Somos, después de todo, la luz disuelta del grifo entre la sombra:
todo eco calla. Aún la carcoma masticada en los laberintos,
la jaula cubierta de sabias palabras,
los juegos redondos de los circos, los dilemas de la llave y la puerta.
A decir verdad, no sólo es sombra el cuerpo, sino también las palabras,
la pequeñez de cuanto se es en el fondo del abismo,
el mar o la sangre ahogada en el regazo,
la hora esperada que siempre nos mantuvo en mutismo ensimismado:
consciente o no, es leve el puente entre la soledad y el silencio,
entre la lengua y las palabras,
entre los poros y la sábana,
entre la hojarasca y la breña,
entre el papel y la tinta, entre lamer los pasmos y el bostezo,
entre las verjas y los balcones, entre las guas del mar, la arena
o la espuma que horada las hambres del pensamiento.
Los retratos también tienen un destino de sombras; el tacto deja
de ser memoria en el ansia, la sed pasa a ser vieja historia;
la taza de café, nido circular de lo oscuro.
Un día la vida se vuelve luciérnaga apagada: balastos apretados
en la noche, muros cerrados de playas,
días y años caídos en la negación, noche de escalofríos
sin el amparo de túnicas: la misma ropa del rostro en el harapo.
(la noche nos muerde con su inacabado umbral de guijarros:
somos la sombra articulada en la garganta,
exhausta sombra como el agujero de la boca, fondo del cansancio
en este trajín de caminar sobre el agujero de los charcos,
a espaldas de la luz desfallecida,
agrias mordazas en la lengua, limos con el miedo de hundir los dedos
y los zapatos, oscuros animales en la raíz de las palabras.)
—Ignoro por qué flotan los cuerpos en el pozo de la muerte:
no los muertos, los ahogos que acechan,
los huesos que muerden la herrumbre, los manteles
que pervierten la boca, los sueños que se gastan cuando se amasa
la Esperanza, las calles que callan, duras, en el alma.
Somos sombras y recuerdos, eso explica todo:
sombras maquetadas como la soledad del perro que cae sobre la hoja
Inerte, como el bozal de los andamios, duras hambres de morder
Cuando la lluvia juega a río, cuando todo está hecho de lutos,
De cigarros para espantar los zancudos,
De zopilotes, de azacuanes y de suspiros…

Barataria, 21.II.2011

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