jueves, 16 de septiembre de 2010

VITRAL CON LLOVIZNA

Entre las rendijas, el murmullo sedentario de la lluvia. El hambre
De una estrofa que quepa en el pecho.
La necesidad de salir a la calle para jugar con el agua,
Recordar, caminando, los grifos de la mañana,
El súbito estallido de la complicidad de una boca, los perros,
La gente, las vendedoras,...
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VITRAL CON LLOVIZNA







Cae una lluvia mansa, voz furtiva
que imprime surcos lentos en la noche.
Y va a su ritmo desgranando notas…
LUIS IZQUIERDO







Entre las rendijas, el murmullo sedentario de la lluvia. El hambre
De una estrofa que quepa en el pecho.
La necesidad de salir a la calle para jugar con el agua,
Recordar, caminando, los grifos de la mañana,
El súbito estallido de la complicidad de una boca, los perros,
La gente, las vendedoras,
El clamor gravemente adusto de los cementerios,
Dejar pasar el chorro de barquitos de papel, abrir el vértigo
De la conciencia, renunciar a mi ropa y a la llama del musgo,
Reír sin zapatos, estrujar el calendario de mi cumpleaños,
Olvidar lo que debo olvidar sin remordimientos.
El júbilo de la madera se da entre harapos. Cena hermética
El tren de la historia, la respiración inclemente de los hierros.
Me volví despojado de aliento frente a la calle, desnudo ante la niebla
Telúrica de los andenes,
Finito ante el pulso de la tormenta: raíz desollada en la sequía.
La orfandad de la cicatriz es salobre: huyo invariablemente
De las banderas, de los axiomas y de las inferencias a priori,
De las proposiciones difusas y cuánticas, de las falacias y los silogismos.
Me quedo solo pensando en la llama del bosque.
En la neblina que enfría mis ojos ciegos, en la breve hora de la vida,
Quizá en la cobija y la bruma de los candados,
Quizá en el salmo con nueva camisa,
En mi corazón húmedo de tantos domingos, en la presencia
Del relámpago, obediente desliz del fuego encarnado.
Hecho está el día con atrios y pájaros.
Pero sigue la puerta cerrada en el sollozo. Sigue la sed como un pasto
Estéril, sigue a cuestas la canasta de dolor,
La carne toda de los pretéritos imperfectos,
La misma historia comiéndose el silencio. La fiebre del desatino
A pasos que angustian, esta hambre por cerrar el grifo de la miseria.
Hay días ásperos colgados de los hombros, días sin alfabeto.
Hay días de mendrugos.
Hay días imperativos donde se recuerda todo el amor y todo el odio.
Hay días ajenos y absurdos.
Días tiernamente como un budín con moscas.
Días donde quizá Dios no camina descalzo. Y entonces se abren
Los calcañales, y sangra el día,
Y no se escucha el canto azul del gallo. Ni los sonidos de las hormigas,
Ni el desayuno del cierzo, ni el crepúsculo de los juguetes.
Y entonces vienen las sombras intensas a cubrir la colmena
De mis poros. Y entonces, ahora, la alcantarilla corroe las estatuas
Y este sonambulismo extraño de las aguas.
Barataria, 15.IX.2010

2 comentarios:

Lisarda dijo...

Hermoso poema, André, con una fina lluvia de versos.
Inevitablemente-la buena poesía es telepática- recordé el poema de Machado.

Hay un solo verso que me genera dudas, pero por un tema menor , de concordancia:¿queda en singular o en plural "carne toda"? Pregunto porque el artículo quedó en plural, y es un hermoso verso.

Las carne toda de los pretéritos imperfectos

Saludos.

André Cruchaga dijo...

Gracias por tu comentario. En efecto en el verso que señalas hay un error de picado.
Debe decir: la carne toda...
Y me alegra que te haya gustado,

Un abrazo,

André Cruchaga