jueves, 9 de septiembre de 2010

EN QUÉ TIERRA, DIOS…

¿En qué tierra, Dios, las almas no sufren este escalofrío del vejamen,
El sueño sin cauce y la leña hecha ceniza —anhelo soterrado
De la esperanza, humanos gritos del agua, ardoroso rocío desvelado?
De qué lado estás, Dios, después de dos mil años de noches sordas
Y entrañas desgarradas; los pies del rayo feroz queman la sonrisa.
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EN QUÉ TIERRA, DIOS…







¿En qué tierra, Dios, las almas no sufren este escalofrío del vejamen,
El sueño sin cauce y la leña hecha ceniza —anhelo soterrado
De la esperanza, humanos gritos del agua, ardoroso rocío desvelado?
De qué lado estás, Dios, después de dos mil años de noches sordas
Y entrañas desgarradas; los pies del rayo feroz queman la sonrisa.
La avaricia se ha vuelto la luz del corazón y muerde la carne estremecida.
Hoy el hambre se hinca y galopa en cada cuerpo lacerado.
¿En qué tierra, Dios, estamos? Contra quien descargas tu amor, la furia de la justicia.

Hay niños por doquier que nacen y mueren. Su materia de huesos
Nos abraza, el tiempo universal arde con sus dientes de azufre,
—Arde este horno del viento, arde la oscuridad salobre de la brasa,
La ceniza de los rezos se esparce como un navío sin mar, sin olas, sin sal.
¿Dónde estás democracia que las estadísticas nos hablan de cadáveres?
¿Cuántas noches más nuestra ilusión será el incienso de las funerarias?
¿Qué sombrillas siderales nos protegerán del fragor de los espectros?
¡Ah, Dios, negados hemos sido de los grandes emporios, corridos
Hemos sido de tu templo, lapidados hemos presenciado el odio, la tristeza
Y los hangares del desagravio. La luz ahí en estáticos cirios, no en el altar,
Sino en la sal de la lágrima que fluye como un río de ceniza.

De qué lado estás, Dios, entre las etiquetas que los ideólogos inventan?
Somos seres indefensos ante el hambre, no a las ideas; los escapularios
Bajo sábanas no sirven, cuando a través de las ventanas se implora
Una moneda de viento para hacer respirable la brizna en las entrañas.
Si eres el mundo, Dios; si eres el Universo, Dios; si eres la misericordia, Dios,
¿Por qué no tomas en tus manos este firmamento de grotesca tiniebla?
¿En qué mercado de monstruos se venderán nuestros anhelos, qué
Hierros en pro de la democracia vaciarán nuestros ojos y los comerá
El harapo de la desesperanza y el vagón frío de las aceras donde sólo pasa
El ruido y el olor rancio del humo y los perros con su instinto caníbal?
¡Ah, mi Dios, dónde debemos estar después de cargar el karma de la cruz
Y haber viajado por estaciones resecas, sin dormir un instante
En el tren de las arenas, en las losas de los oasis como pupilas frenéticas!

Nada hay para otra vida que no sea ésta Dios. El mundo es aquí, Dios;
La felicidad es aquí, Dios. La neutralidad es como la inercia y tú, Dios,
No puedes ser neutral ante la madera arqueada de la carne, ni ante las sombras
De la congoja, ni ante el despeñadero de los días que arrecian en su torbellino.
¿Qué salmos invocaremos durante esta noche para encontrar los ecos
De la luz? —Esa luz tuya, Dios, en el alma de todos, esa luz que ilumine
Por dentro lo vital y suene a humanidad: Humanidad merecida. Humanidad…

Aquí ya muchas noches de pasión hemos tenido. El río de tus salmos
Fueron inoíbles; si tú, Dios, eres lo verdadero, la suave miel del cauce,
El aire y la tarde; la montaña y la esperanza del día a día,
Borra los quejidos y abre tus bodegas como la única bandera
De un follaje verde; hazte presente como el temblor centelleante de la lluvia…
Barataria, 29.VIII.2008.

De: Espejo de mi mismo, 2008

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