domingo, 23 de junio de 2024

LLUVIA DE VOCES EXTRAÑAS

 

Imagen tomada de Pinterest

LLUVIA DE VOCES EXTRAÑAS

 

Ahora camino en las mismas aguas de la noche, junto al perro

doméstico de mis pensamientos.

«Su traje amargo y su facha, triste, sombría a veces» me duele

como una afeitada mal hecha en el mentón.

De antaño mi ciudadanía perdida alrededor de timbales,

alucinógenos y voces que no carecen de utilidad para estadísticas.

(A tientas la infinita claridad del tiempo).

Nada queda en el paraguas después de tantas certezas; humilladas

se deshacen las gotas de inmortalidad, el semen ronco

en la inmensidad de la tinta, el juego invisible de las bodegas

donde los peces alargan el aliento.

Desde lo subterráneo las alucinaciones golpean las entrañas,

la gula por ostentar el poder es descomunal, una sombra adentro

que nunca se sacia.

Sobre la profunda lengua de las aceras, extraños habitantes

del zodíaco, sabios de bastón y vestidura, devueltos al día malogrado

de sonambulismos.

Rascamos desesperadamente el espectro de un crucifijo.

Arrecia la memoria en el malecón de piedra del suspiro poniente.

La ortografía rota de alguna mosca trasnochada, el pájaro

que acumula desafíos en medio de la neblina.

(Me quedo aquí, buscando el principio de la historia).

 

Del libro: «Final de espantapájaros», 2013

©André Cruchaga

Imagen tomada de Pinterest


domingo, 16 de junio de 2024

DUELO REVIVIDO

 

Imagen tomada de Pinterest

DUELO REVIVIDO

 

¿Quién yace aquí, caído en el grito de la arcilla? Sólo las atrocidades

de los imposibles, allí, congeladas las cicatrices, revivido el duelo.

¿De qué nos sirven los axiomas en un mundo de saliva?

Negra saliva de campanarios ahorcados, revividos en la oración

de los enfermos de sífilis o tuberculosis.

Negra la cantera de lo insólito, viejas bocinas de niebla almidonada,

cometa de huesos de un invernadero donde arden las ventanas.

Días de mortajas:

alrededor de la mesa la sal escarba en los ojos, retumba la garganta

sus rastrojos, consume las plegarias.

 

En la confusión del paisaje, el reloj en cuclillas de jeroglíficos.

En todas partes, el río trenzado del aliento, al punto de la extinción,

salvo por el duelo que se guarda a los deudos.

Obra es de los fumadores de tabaco mordiendo sus raíces.

De los trescientos años de imperio 1521-1821que impusieron

a sangre y fuego su idioma, religión, costumbres y sistema político,

las guerras civiles del siglo XIX entre las élites liberales

 y conservadores con sus respectivos muertos.

 

Ninguna mano se alza en mi mano para hundirse en el sol.

Desnudez total cuando el instante muele los pensamientos.

 

Siempre supe que la tormenta es más efímera que la eternidad

de las luciérnagas, que ese viaje agorero de los umbrales,

y la ráfaga cuya inmolación nos dura toda una vida.

 

Del libro: «Final de espantapájaros», 2013

©André Cruchaga

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miércoles, 12 de junio de 2024

SALTO AL VACÍO

 

André Cruchaga

SALTO AL VACÍO

 

 

Y abajo el cuerpo flotando en sus miedos como otro mundo sitiado

por las aguas del más adusto aliento.

En la palpitación de la edad, los días inconclusos, los recuerdos

que vuelven al mar hasta vaciar las obsesiones del alma.

En derredor se «arremolina una gran hoja marchita en mis recuerdos

irremediables», caen al vacío ojeras y embarcaderos,

caminos de trauma zodiacal, descomunales traumas de una jornada

que se lleva adusta en la espalda.

 

¿Qué sed me empuja a dar este salto al vacío? ¿Qué calle imantada

baila en mis ojos, cáncer y estiércol de fonógrafo de juguete?

¿Qué conjuro hace sangrar mi aleteo, y atravesar repetidamente

lo siniestro de nacer ciego y de rodillas?

Me detengo frente a la hipnosis de los agujeros, al analfabetismo

de un pájaro, a los excrementos del fluir del universo.

 

—Me muerdes en tu laborioso sofoco, —digo, sin ningún reparo—,

me hartas al disolver mis entrañas de campesino incauto.

Uno descubre la audacia hasta que la luz se encarruja en los sentidos.

Hasta que la travesía urge de suturas.

 

Mañana, ante lo inminente, saltaré de nuevo como lo hace el zorzal.

La gravedad lo entiende, lo entiende el paraíso robado

y el escapulario sostenido en ambas manos.

Mientras tanto, toco fondo para ver si existo; hay despojos

en el sánscrito del desván.

 

Del libro: «Final de espantapájaros», 2013

©André Cruchaga

 


miércoles, 5 de junio de 2024

DESMESURA DEL APÁTRIDA

Imagan tomada de Pinterest

DESMESURA DEL APÁTRIDA

 

Siempre huye el ojo al compás del golpe de ataúdes. Siempre ciego

el confín negro de los témpanos,

la voz olvidada en el hueco de los grises.

«Mi tierra es hosca y tiene espinas que hilvanan con alambre

las desgracias; ella hace de uno estertores errantes.»

Sobre el polvo o el asfalto la ceniza heredada a los hijos.

 

(Nada era ya recuperable, lo sé ahora).

 

Todo fue desproporción y desmesura. Todo fue estallido de muerte.

A esta fecha no le encuentro misterio al suicidio, más allá del ijillo

que se adentra en los poros del vigía.

 

Mejor abrocho la camisa de los milagros, por si acaso.

Tuve que salir del patio de mis convulsiones, dura capa de granito

la curva del vértigo, la superficie desbocada de las trepidaciones.

 

Quizá un día

estemos frente a frente, sin postigos, abiertos a la semilla).

 

—En la plaza de la memoria, lo humano del viento

con su acostumbrada almohada, hace lo suyo.

 

Toda brasa al final es inhóspita antítesis, así reza en el catecismo

de la ceniza, símbolo sombrío de la puerta…


Del libro: «Final de espantapájaros», 2013

©André Cruchaga


 

sábado, 1 de junio de 2024

ANOCHECER EN EL ESTANQUE

 



André Cruchaga


ANOCHECER EN EL ESTANQUE

 

Maniobra la noche en el viejo paraguas del estanque. Allí, callado

el brocal de las sombras, la neblina que deshojan las luciérnagas,

el viento metálico como una soga al cuello.

No hay nada y sin embargo oigo los cascos de caballos

deshaciéndose, una orqueta de agua y vacíos, el silencio mismo

que ronda mi cabeza, entre estatuas y litografías, las partituras

de nuestra historia patria y ciertos payasos alrededor del fango.

Junto a las orquídeas, anochece, todo se funde en una mitología

dentro de tiestos carbonizados.

 

Es casi sorda la hora al borde del horizonte que se amarra al polvo:

nada nuevo brota de las semillas de las certezas, salvo las mismas

conjeturas, salvo la ciudad que se desvanece con sus calles.

Pero no sólo anochece en la nostalgia, sino en el rostro que va

perdiendo habitantes, brazos, fluidez de palabras.

Ahora dudo hasta del agua que aún brota a borbollones;

Una luna de gabardina blanca cuelga de la pared de piedra de la casa.

 

—Tengo tantos recuerdos, como aquellos cuando andaba descalzo

sobre la arena, hundidos pies en la alacena del entusiasmo.

Ahora en las cunetas la orfebrería destruida.

 

(Todo lo humano se pierde en las mareas amargas del tiempo).

 

Debí saber que el presente es transitivo y no fuego encarnado

en los dientes; no sustancia de víveres inmutables.

 

 

el libro: «Final de espantapájaros», 2013

©Fotografía André Cruchaga

©André Cruchaga