viernes, 19 de marzo de 2021

NADA AQUÍ ES DIFERENTE A LA NIEBLA

 

© Pintura de Willem de Kooning


NADA AQUÍ ES DIFERENTE A LA NIEBLA

 

 

 

hay que haber conocido el miedo y el valor,

haber visto una mano que agita una linterna…

Raúl González Tuñón

 

 

Hay que morder, sin miedo,  las hogueras deshabitadas del hambre,

la luna rehén en los pedazos de sueño, el tiempo repentino que presagia

aguas torvas como el paraíso prometido.

Nada más digno que un candil agitado por las manos de porvenir.

En el calendario del mañana, un invierno con temblor de abismo,

un lecho, una mesa vacía ensimismada en el pecho.

En la caverna de sombras del desierto, la herida rota, tendida,

como un pañuelo cercenado por la salmuera que nos deja el tiempo.

Cuando por fin vemos la luz, solo hay coágulos de historia

y prontuarios de ceniza, y ecos de una turbiedad de aullidos.

Ante tantos recuerdos y verdugos, también la verdad de los cementerios,

los ascos de la calle que nos miran y magnifican de por vida;

siempre hay una sensación de ir gritando todos los miedos,

el futuro de huesos en las quemaduras del presente.

En algún sitio de la tierra, cierro los ojos y avanzo con mis pústulas.

Nada aquí es diferente a los quejidos de la niebla y a la rudeza del tile.

 

Del libro: Fuego de llaves invisibles, 2021

©André Cruchaga


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