domingo, 2 de octubre de 2011

TRANSPIRACIÓN DEL POEMA


El poema no es la superficie hacinada del hollín, el poro abierto
de las pagodas o los fémures a ultranza,
sino esa batalla de animal dentro del cántaro donde la sangre
se hace magna; no es el pelo suelto de las ovejas desparramadas
en la sábana, el arlequín de las libélulas,
sino la muerte del pájaro que pilla desde dentro,...
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TRANSPIRACIÓN DEL POEMA




Sócrates.— Mi querido Fedro, ¿A dónde vas y de dónde vienes?
DIALOGOS DE PLATÓN




Es hora de desangrar los candados: fechar la adicción de los ojos,
hacer sonar la almohada para espantar las arrugas;
el poema se hace descendiendo a los infiernos, mordiendo
la tea de la muerte, lavando el bajorrelieve de los poros,
despertando de las catacumbas sin ningún disimulo;
el poema no es la danza difusa de la lluvia, con pruritos de orgasmos
fallidos sobre el taburete alado de las nubes,
debe ser la cruz y el charco del averno,
no simple orfebrería de la lengua,
no afición al muslo destapado, ni trofeo de pétalos, puestos
sobre el pubis de la incandescencia, sino proeza del vuelo,
mojar el papel con el taller de las palabras,
salir desde dentro después de tantas transfiguraciones,
después de caminar despierto sobre el filo desahuciado del tiempo,
haber mordido la sal de las facciones, los zapatos hirsutos
de los funerales, el zig-zag del delirio, el carbón de las noches
del profeta, toda la pestilencia que cobijan las lágrimas.

El poema no es la superficie hacinada del hollín, el poro abierto
de las pagodas o los fémures a ultranza,
sino esa batalla de animal dentro del cántaro donde la sangre
se hace magna; no es el pelo suelto de las ovejas desparramadas
en la sábana, el arlequín de las libélulas,
sino la muerte del pájaro que pilla desde dentro, de la sed
recogida del sudor, de las raíces de peces descongelados en el alma,
del fondo de las grietas del cuerpo.

El poema no se hace sólo con silbido de gorriones,
sino con las palabras degolladas de la transpiración, sin paracaídas.
(El poema, a menudo, se vuelve insoportable cuando deviene,
solo y unitivo del desarraigo, cuando la levedad es invisible
y la penumbra salta con su equipaje. Amanece, por desgracia,
el viento sobre la hojarasca, el poeta se desnuda, sombra y mundo
dictan sus alas, el puñal de la tinta revea su rastro.
En medio de la jerga de los pájaros y el hollín de los relojes,
el poema deshecho en la saliva del fellatio, mordisco sinuoso
de púlpitos, engalanada sotana de cenizas.)

A menudo sólo nos quedamos a quemarropa del crisantemo,
sin masticar el puño que golpea los intestinos.
Así, “nadie gemirá nunca bastante.” Ni sabrá ser la medida del tiempo,
sino simple escaparate, abrevadero de hisopos.
Entro pues, a esta ceremonia, con el semen degollado del brasero,
sin más postura que el árbol sangrando de Patria.

Barataria, octubre de 2011

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