domingo, 10 de octubre de 2010

MEMORIA ASONANTE DEL AVE EN SU SOMBRA

Sólo puedo darte mi desesperación, estos días míos de silencio incorregibles.
En cada calle descubro el supremo sigilo de la lluvia:
La respiración de todo lo humano.
Procuro la luz en esta brevedad del sueño que me arropa;
Porque la escoria se parece a la tristeza.
Quiero que me anuncies, Patria, la risa y no las rutas de la muerte.
Imágenes en blanco y negro






MEMORIA ASONANTE DEL AVE EN SU SOMBRA





Quiero beber tranquilo mientras arde
el licor de la luz en mi cabeza.
WALDO LEYVA





Sólo puedo darte mi desesperación, estos días míos de silencio incorregibles.

En cada calle descubro el supremo sigilo de la lluvia:
La respiración de todo lo humano.
Procuro la luz en esta brevedad del sueño que me arropa;
Porque la escoria se parece a la tristeza.
Quiero que me anuncies, Patria, la risa y no las rutas de la muerte.
Si al menos pudiésemos caminar, el olvido diluiría tanta madera
Rota, —íntimos dolores que obstruyen la brecha—,
Por el surco y el rocío y el arado.
Pero, mientras la siega sea el desgarramiento; y la sombra, el hijo,
No podemos, Patria, dilucidar tanta disyuntiva.
(Jamás podré vivir tanto tiempo con esta herida en el costado.
Partir o quedarme a fin de cuentas es lo mismo:
La historia nos provoca con sus piedras de olvido.)
Sólo puedo darte los espejos de mi infancia. El caballo de madera
Y el astillero que construí para alimentar mi propia herida.
De aquellos tiempos sólo queda la mancha de lo que fuimos:
Los recuerdos. Los homicidios grabados en el rostro. El gesto callado
De los senderos que transitamos buscando la Esperanza.
Ayer como ahora, los recuerdos se nutren de albañales, —limosnas
Torpes que juegan a los ojos,
Insectos desde un reino jorobado, abismos con risas oscuras,
Pasadizos secretos del odio. Es el mismo charco sin respuestas.
Nada es más complejo que los escuetos borradores de la memoria:
En la desnudez, caen las moscas y las manos
Estériles de las enredaderas, los labios inmundos de la sombra,
El pájaro desorbitado de la conciencia.
Llevo días viendo la danza de los zumbidos. Llevo meses bajo la lluvia.
Llevo años queriendo descifrar el retruécano de los cirios,
La anáfora de la bienaventuranza,
El candil deshabitado de la comunión. El horcón caído de la sangre.
Llevo agonías de sangrienta cruz en los párpados.
Ando tormentas de inmensas lombrices.
Como del polvo y del estiércol que le canta a la luna y al infinito.
Muerdo los nudos de las pesadillas, aquí en esta hora de la tierra.
Quiero estar tranquilo: disolver las preguntas y respuestas,
Andar papel en blanco y libros en medio de mis axilas,
Beber las gotas de rocío antes que se confundan con el sollozo,
Sonreírle, después de todo, a los cementerios,
Sangrar hasta beberme toda la asonancia de la escritura.

Barataria, 09.X.2010

2 comentarios:

Cristián Marcelo dijo...

Estimado André: es un hermoso poema vibrante en toda su desolación y su búsqueda de ese algo perdido, un ejemplo de maestría y lucidez. He disfrutado su ritmo y sus imágenes desbordadas y desbordantes.
Un fuerte abrazo desde esta Costa Rica que se escapa...

André Cruchaga dijo...

Amigo y poeta Cristian: le agradezco su comentario respecto del del poema; y, por supuesto, me alegra que haya disfrutado de su lectura. Soy de los que creen que el poema que no tiene ese trastoque de imágenes y metáforas, carece de nervios. Son estos recursos, como usted sabe muy bien,los que le dan el sostén.

Es un honor tenerlo siempre aquí, haciéndome compañía.

Un abrazo cordialm, poeta.

André Cruchaga