domingo, 3 de octubre de 2010

“OLOR HÚMEDO DEL SUEÑO”


Ahí, en la almohada, se precipitan todos los sueños. La realidad
Que hoy tiene sentido ni garantía. La palabra, de pronto, pierde
Su propio parpadeo; y queda, la maraña del aserrín del diccionario
Sin más utilidad que una escalera para subir o bajar el abismo.
Huele la humedad de los pretéritos.
Acuarela de Francisco Basallote




“OLOR HÚMEDO DEL SUEÑO”



y es el viento sollozo sin partida,
pesar la sombra sin ningún consuelo,
y lluvia y viento y sombra hacen la vida.
MIGUEL DE UNAMUNO




Ahí, en la almohada, se precipitan todos los sueños. La realidad
Que hoy tiene sentido ni garantía. La palabra, de pronto, pierde
Su propio parpadeo; y queda, la maraña del aserrín del diccionario
Sin más utilidad que una escalera para subir o bajar el abismo.
Huele la humedad de los pretéritos.
Huele el hollín de las posibilidades. El dedo sobre las miserias.
Huele el espacio de la memoria a incendio forestal.
Huele a alfileres este sofoco de olas, de sal, de bocas raídas.
Un día nos afrentan los olvidos del destello.
Un día nos asedia el tropel de lo vivido. El casco del vaho, la herradura
De la sal. La conspiración del desempleo.
La humedad del sueño quiebra las paredes, —el moho extiende
Su cobija de hongos, aliento enraizado en el guacal de las paradojas.
De pronto uno duda hasta de la humedad de las brújulas.
A menudo en los puertos tiembla la neblina.
Habla el perro con su quebrado latido.
Juegan los cementerios con olor a mariposas en los nichos.
Muge este olor a humedad envejecida. El sueño hecho cada minuto,
Entre el fósforo y el espejo, entre el juego de las ventanas y el aliento.
Llegado ha sido este maniquí a mi olfato.
San Salvador no se puede comparar a otras ciudades del mundo:
Ni el río Lempa se puede comparar al Mississipi,
Ni nuestro areópago a un tablero de ajedrez,
Ni los mariachis de aquí, a los mariachis de Méjico,
Ni nuestras bailarinas, a las bailarinas de samba de Río de Janeiro,
Aunque el hambre de aquí puede ser igual al hambre de África,
La Electra de aquí, no sé si será igual a la Electra de otras naciones:
Digo, por las idiosincrasias culturales.
En fin, el moho crece como una araucaria. Se ve el exceso en los muertos.
Crece como veinte mil leguas de fósforos, justo en el podrerío
De las manos, en el manubrio cerrado de la asfixia.
De tantos olores húmedos se han hecho los ríos del olfato. Los puentes
Colgantes del sueño, el suicidio abrasador de los pezones,
La sartén de la lujuria,
El cuerpo entero de las substancias cárdenas.
Cada vez se hace necesario jugar a la farsa, sobre todo en los tiempos
De crisis, —en los momentos perversos de la historia.
A modo de colofón, zumban los olores en el sueño: pasa el tráfico
Con su reloj de axilas, con el pelo parado del arrebatamiento.

Barataria, 03.X.2010

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