domingo, 26 de septiembre de 2010

EN EL MISMO SITIO DE PARTIDA

Vuelvo al mismo ahogo de aquellos años cuando comencé a escribir.
No sé qué cosas han cambiado en este cruzar la sombra del árbol.
Por supuesto ahora es más firme la conciencia de pensar:
Unos amigos que se han ido; otros que han venido
Y están aquí en la dócil e inefable palabra. Están aquí los amigos;
Los que no lo eran volaron hacia otros universos.
Autor de Acuarela: Francisco basallote







EN EL MISMO SITIO DE PARTIDA







Y yo sobre la tierra, oscurecido
por tanta luz, yo, ciego,
soñando en dios, soñando en ti,…
VICENTE GAOS







Vuelvo al mismo ahogo de aquellos años cuando comencé a escribir.
No sé qué cosas han cambiado en este cruzar la sombra del árbol.
Por supuesto ahora es más firme la conciencia de pensar:
Unos amigos que se han ido; otros que han venido
Y están aquí en la dócil e inefable palabra. Están aquí los amigos;
Los que no lo eran volaron hacia otros universos.
Los años han tensado mi risa y el alfabeto con el que trabajo. Pero,
A menudo tengo que regresar al punto de partida: la infancia temprana
De mis días viejos, la sombra verde por el paraguas gris,
El beso quemante por el reposado,
Las calles claras, ahora con sangre y ceniza y malhechores.
Bajo el cielo los lirios gastados de la piedra filosofal.
El olor, a menudo, del contraste. El desvelo irrestañable de la lluvia.
No existe el mismo sitio después de una catarsis de años. No al menos
Físicamente, sino en los centímetros huraños de la memoria.
Hoy, sin embargo, escucho mejor la sangre del viento:
Respiro junto al piar de las aves de corral que entran a mi metabolismo.
Desde entonces, —parafraseando a Neruda— ya no somos los mismos,
Pese al tiempo de mayo de las germinaciones.
Vuelvo a sabiendas del despojo de mis sentidos.
Abro las manos de las puertas.
Pienso en lo menguante del espejo y la ruina de las cronologías.
El petate de aquellos años todavía está en mi memoria.
La ventana, el amor con su espejeo planetario,
Las vigas, los horcones,
La brasa roja del entejado,
Los mangos inclementes colgando del aire,
Las paternas con su flauta dentada. El nixtamal hecho tortilla en el comal.
Me desvelo con estos sueños esponjados en el alambique
De mi propia confidencia.
Y es entonces cuando pienso que estoy en el mismo sitio sobre
La brasa doméstica del abrazo,
Sintiendo los centímetros del cuerpo reunido.
Nada es como antes, aunque haya recorrido leguas para llegar al mismo
Sitio de la barranca y la guacalchía,
De la huerta colgando sus sombras, del árbol de sueños de la maroma,
El seesaw del patio,
El poyetón con su sed descalza de fuego.
Uno advierte, de pronto, los años gastados de los zapatos.
Los rastros que las palabras van dejando en la piel, las patas de gallo
Del eco, las vaguadas paradójicas de las tajuillas,
Los dientes cansados de la bruma.
El tren me hace volver al mismo sitio de partida, al vértigo
Revivido de las sonrisas…
Barataria, 24.IX.2010

4 comentarios:

Cristián Marcelo dijo...

Estimado André: es un extraordinario poema que nos regresa a la infancia, al pasado, a ese paraíso perdido en el tiempo y el sueño. Me ha causado un gran placer leerlo, sentir su ritmo y su verdad.
Un fuerte abrazo desde esta Costa Rica, cada vez, menos rica...

André Cruchaga dijo...

Muchas gracias, Poeta cristian, por su generoso comentario. Pues sí, uno siempre está regresando a esos espacios dejados, a esos tiempos idos. Ese es el gran don de la poesía: revivir cada día en la palabra.

le mando mis merjores parabienes.

André Cruchaga

Marina Centeno dijo...

Querido André:

El borde la rosa se marchita e inicia su trayecto hacia la nada. Pero tú y yo sabemos que quedará el perfume, aprisionado entre la multitud de la memoria...porque el olfato guarda una tempestad -como la lluvia- en algún lado, para volver de nuevo en otro tiempo, en otra época y pareciera que la primavera trae consigo las palabras... porque estalla el verso -o el poema- como estalla el botón por las mañanas...

Se te quiere, Poeta.
Marina Centeno.

André Cruchaga dijo...

Yo sí creo, Maria, que la eternidad existe en el presente perfecto. El horizonte, desde luego, nos aprietas sienes: toda la cercanía de la sangre extendida en la fuente del alma; toda la vida de la mente que sueña.

En ese mismo sitio, las presencias y ausencias. Quizá el dictado de los desvaríos.

Gracias, amiga, por tus palabras de almíbar y alambique.

André Cruchaga