lunes, 13 de septiembre de 2010

ANTIGUOS FANTASMAS DEL INVIERNO

Sobre las baldosas los antiguos fantasmas del invierno.
Los fieles en la sombra de su propio laberinto,
El aliento ahí árido en las ventanas, letanías de sábanas
Sin decir nosotros —dispersos cuchillos en legajos
De multitud, sostenes sin colores bajo la noche.
Alguien se come las colillas en la vía pública: en fila
India mastican la ceniza de los lugares comunes.
Fotografía tomada de Friki.net








ANTIGUOS FANTASMAS DEL INVIERNO








un corazón que nada turba, yo huyo, deshecho,
pálido, por el lúgubre sudario obsesionado,
¡con terror de morir cuando voy solo al lecho!
STÉPHAN MALLARMÉ






Sobre las baldosas los antiguos fantasmas del invierno.
Los fieles en la sombra de su propio laberinto,
El aliento ahí árido en las ventanas, letanías de sábanas
Sin decir nosotros —dispersos cuchillos en legajos
De multitud, sostenes sin colores bajo la noche.
Alguien se come las colillas en la vía pública: en fila
India mastican la ceniza de los lugares comunes.
De repente las calles respiran fondos quebradizos.
—Mundos negros, pedazos de reloj en las camas del exterminio.
En los confines del horizonte, ¿hay pecados originales?
—Hay puertas y la noche disparando gritos, hay guerras
Cuyas lenguas hacen gemir los transistores.
Cadenas en las huestes de la añoranza, siglos fundados
En la saliva, siembras fundadas en el agobio.
Otro mundo desnuda la memoria entre desvalidos hálitos.
Altares de porcelana se acumulan en las lágrimas.
No es de extrañar la remota luz de los cirios,
El humo terrestre de los pensamientos, los santos óleos,
La limosna o el diezmo, el silencio que vigila las horas.
La noche se ha vuelto espada o simple insignia:
—Ceguera donde el incienso enrojece. Emboscada
Fortuita del calendario, brasa donde sus ramas crujen.
Escribo sin antorchas con la voz siempre insegura
Tocando la humedad de las vísperas.
Desciendo hasta las sábanas del humus, sin puerta
Que detenga el torrente, sin olvidar a menudo las hojas
Secas del ansia, los animales flacos de la entraña.
No hay música en los lirios de las tumbas, ni en los espejos,
Ni en la boca que se pierde en la hoguera, de tanta espera.
No me sirve la lengua con confeti del fin de semana;
No e sirven los dientes sin buganvillas nupciales,
No me sirve la espuma de la lluvia ni el grito del viento.
La fatiga es inminente en el conjuro de la ceniza.
La brisa sólo es una invención del oleaje: de ese oleaje
En racimos de barco sin puerto. En las mañanas, la doncella
Que sueño sabe a estampa colgada de las paredes.
El edificio de mis penurias no alberga auroras colosales,
Sólo ráfagas donde el azar es más poderoso a la realidad.
Desde siempre me queman los naipes del espejismo:
—Siempre fui ungido con los trasiegos de los escombros.
Jamás las parábolas han llenado bodegas vacías,
O por lo menos nunca he visto el trasiego de sus pabilos.
Entre un meridiano y otro se cuelgan los tugurios en las manos.
Esto es tan cierto como los siete espejos del poeta,
En los peldaños de las ventanas proscritas de la premonición.
A veces los pájaros sólo son señuelos del desvelo,
Secretas llaves, avisperos, aire donde las imágenes
Se duplican y forman un álbum intransitable.
A veces la razón sólo es un rastro de sutiles alegorías.
Barataria, 25.VII.2009


De: Sublimación de la noche, 2009

4 comentarios:

Marina Centeno dijo...

Qué demencia trastoca en la ventana, qué pájaro se cuelga del insomnio... hay rasguños de ti sobre la cama -André-, hay asiento vacío, hay paredes nostálgicas, hay espejos sin brillo... pero estas -sin estarlo- en el cuaderno tallado por el frío, en la lámpara que evita los rincones y en esta soledad que se me entraña...

Salud, Poeta. Buena tarde desde Yucatán, México.

Beso con I-respeto.
(sonrío)

André Cruchaga dijo...

Como ves, Marina, los fantasmas me asedian hasta en los claroscuros de la memoria. Asi de simple.
Aunque suelte nombres para el conjuro.

Un abrazo.

André Cruchaga

Marina Centeno dijo...

No te apures -Poeta- que desde esta trinchera de mudismo, yo te espero. Porque todo le cabe a un corazón cuando se está vacío -o eso creo-.

Saludos!

Marina Centeno.

André Cruchaga dijo...

Bebo el hondo murmullo del resquicio, ahí donde hay labranza y artefactos.ahí donde pinto las paredes como un niño,
artificio, acaso, "de las claves del enigma".

te mando un abrazo,

André Cruchaga