lunes, 19 de julio de 2010

VENA ABIERTA LA LLAVE DE LO RECÓNDITO

Vena abierta la llave de lo recóndito en la fragancia de la madera,
La respiración del buey lento del murmullo en el giro de los vahos.
Mutismo o abismo el azúcar desprendido
De los aleros del césped,
De cuanto el aguacero de la cruz anega la boca y las manos.
Ilustración: Imágenes gratuitas







VENA ABIERTA LA LLAVE DE LO RECÓNDITO







Vena abierta la llave de lo recóndito en la fragancia de la madera,
La respiración del buey lento del murmullo en el giro de los vahos.
Mutismo o abismo el azúcar desprendido
De los aleros del césped,
De cuanto el aguacero de la cruz anega la boca y las manos.
Soportamos el cianuro en el aliento, el aserrín de la saliva, los días
Perversos del desierto en el pellejo consumido de las afonías.
Vamos ahí, franqueando los símbolos de la fosa. —El doblez del dedo
Gordo de la ficción como haz o suma de veleros colgados en el vitral
De las pupilas, las uñas, las comisuras,
El destello indigente de la brisa.
—De pronto también uno se ríe los resortes de la aurora: sus plumas
Caóticas, el vuelo indigente del sesteo, la miel enhebrada de las abejas.
—¿Dónde está el arroyo que desafía la sed, el casco azul, entrañable
De los sueños, las semillas como lámparas del orgasmo?
—Mordemos el papel empaque de la desesperación,
La espuma como el abrigo que nos habita, la axila rota de la caricia.
La razón, ¿en qué breña nos asiste? El bosque, ¿en qué cuerpo crece?
El ombligo no soporta todas las aguas del océano,
Ni los paraguas cubren toda la intemperie de este caminar descalzo
En medio, también, de mejillas rotas,
De llaves a punto de convertirse en ceniza.
—Hablas y hablo de la permeabilidad de los poros: a veces,
De los intransitivo, de la chumpa circular del humo de la brisa, rondando
Cada centímetro de las sienes en ausencia de ventanas,
Como un túnel que nos ahoga en su claroscuro.
Junto al arrayán de las calles, la vena abierta de la trementina,
El alambique con su barco de almohadas,
El íngrimo perro que lame barcos, con apremio de aldabas, aullidos
De húmeda herida: ráfaga de lo recóndito haciéndose visible.
Somos, después de todo, tierra de espejismos.
Maniquí de esos sótanos donde no hay hostias, sino sillas desveladas
Suburbios de murciélagos que se enredan
En los cabellos del sigilo. —Vivimos y encarnamos, alguna vez
De nuestra vidas, —las vidas múltiples del teatro—, el gozne meridiano
Del fogón en la negrura, la sospecha del desvelo,
O el simple señuelo sin ubicación del nido.
Arde el ruido en la lección de la herida. Arde la parábola sin tregua.
Arden los días en el álbum familiar del granito.
Arde siempre el pasadizo del sueño que nos delata, ahí,
En su aviario de saleros comestibles.
Barataria, 17.VII.2010

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