jueves, 15 de julio de 2010

LATIDOS EN LA COLINA AZUL DE LA LUNA

Hay tantas palabras en la luna que me confundo. Hay tantos vahídos
En la calle como estrellas en el firmamento.
Me confunden Ícaro o Pegaso, o la Bella Durmiente, o el fantasma
De Pinocho sangrando con su nariz de alpinista.
Ilustración: Imágenes gratuitas








LATIDOS EN LA COLINA AZUL DE LA LUNA







Digs into my heart roots sprout thru my brain
Plants it's ugly thoughts growing wild again
Shuts all systems off, locks me in a haze
Traps in all the hate – depression…
SUICIDAL FOR LIFE [1994]








Hay tantas palabras en la luna que me confundo. Hay tantos vahídos
En la calle como estrellas en el firmamento.
Me confunden Ícaro o Pegaso, o la Bella Durmiente, o el fantasma
De Pinocho sangrando con su nariz de alpinista.
De pronto los ojos de las palabras se vuelven figuras maternas:
Hijo yo, del pan de cada día de la obediencia, —leche espesa el viento
Que pulula en mis sienes, el paraguas ancestral de las alas,
La mano arrimada como un polluelo a la pared.
Late en la colina de la luna la abeja derruida del jardín, el pájaro
De la inminencia, la lengua en el semicírculo de los astros celestes.
A veces abrazamos sin reparo los poyetones de la carne.
Mordemos hasta el suicidio la rama de esta peregrinación:
—El ropero de la tempestad sobre el follaje. El estrépito del guijarro
En la lágrima. Este oficio de amanecer en las baldosas domadas
Por cientos de transeúntes desaforados,
—Dilatados por el graznido de los náufragos; enrojecidos por el caballito
De mar de la flama…
La hipocresía lanza sus ojos de hojarasca. La maquinación está
A la orden del día, como las recetas de comida francesa:
(Hígados de ave a la sartén, aderezo francés a la cebolla,
Omelette de champiñones,
Bifes a la pimienta).
Todo un espectáculo sin plazos, ni primas.
Por cierto que el orgullo nacional se ha vuelto un espectro como todas
Las cosas de importancia menor.
Demasiadas lenguas difuntas en la imaginación.
En fin, la desnudez fermenta los recuerdos. Espesa el abrelatas
De las reverencias, soñolienta luna sobre la bestia de la tormenta, lecho
De cadáveres comiéndose el pulso en medio de la sábana donde duermen
Lagartijas, puertas con heroísmo de monólogo,
Lavatorios con minucias en ruinas.
Las figuras, ved, cruzan la vena aorta. El antaño sustento de los pájaros.
Ahí el desaguadero de las centurias. El sitio del sobresalto de la carroña.
A veces, alguno de salva de este firmamento: —y vuelve a tirar los dados,
La carta de oros del sofoco, la mueca reumática del cojo,
El número diez de las manos en la humareda.
Ya lejos mordemos el mar duradero de lo caduco. La brea sofocada
En las ventanas. El relincho sobre la mesa del rastrojo.
Cuando exhalamos las gavetas de las centellas, la luna salta de su cama.
Cuando la maleza crece en la lágrima,
La sal suena en el campanario de la niebla…
Barataria, 11.VII.2010

2 comentarios:

Marian Raméntol dijo...

Todo el poema, versículo a versículo, no tiene desperdicio, pero ese final es de un lirismo que deja al lector fuera de combate...

Un abrazo
Marian

André Cruchaga dijo...

Sim marian, fuera de combate el poema que se yergue tras las cortinas del claroscuro. Gracias por tus palabras gratificantes: quién más que vos para entender esta poesía mía siempre al filo de la vida, de las centellas y los rastrojos.

Un abrazo fuerte y agradecido.

andré cruchaga