lunes, 24 de abril de 2017

AQUELLA LUZ, AÚN DESPIERTA

Imagen cogida de la red





AQUELLA LUZ, AÚN DESPIERTA




Aquella luz. Mi luz presente. La luz de siempre, tórrida y agreste.
Nada ha cambiado desde entonces, aunque todo sea diferente.
(En el peñasco de jengibre, aquel achiote umbilical del cortejo, las sombras
amotinadas en el aliento, todos los demonios enroscándose en la piel
hasta hacerla tronar como la hojarasca alrededor del fuego.
En la grieta del aullido, los estertores sordos de las mazmorras.
Cada vez entramos a los tantos años de cada momento: siempre regresamos
y ablandamos la sal en nuestros ojos.
Quema el metal de nuestro propio sonambulismo.
Quema mis pupilas el reclinatorio de tus senos, tímidos como el cierzo.
Siempre disimulo los agujeros que me dejan los escapularios.
Vos, como yo, hambrientos de impudicias.
Siempre me balanceo a tu brizna prenupcial, y al delirio absoluto
que me deja la caja de música de tu cuerpo,
las estrofas imposibles de tus poros, la tierra adentro a voluntad tuya.
No existe otra tipografía que me consuma tanto, ni alegría más contundente.
Me yergo para habitar el éter. Muero de sed para beber la preñez.
Cada rinconcito del goteo es un espejo de múltiples esquinas.
Allí, entran mis sueños: crece el cofre mientras llueven caracoles.
Más próximos a los puntitos de la desnudez, el extravío del poema.)
Expira el fuego y despierto…
Barataria, 12.III.2017

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