domingo, 6 de mayo de 2012

RUMOR DE NÁUFRAGOS


Hemos pasado hambres y vigilias: nunca entendí tanta espuma como chiriviscos
 vivientes alzándose sobre las sombras, días de apretadas rocas en los dientes, arrojados
a la suerte del destino, —que es otra manera de soslayar nuestras propias responsabilidades.





RUMOR DE NÁUFRAGOS




Sobre las aguas multiplicadas, dolidas en el sinnúmero del vaivén, la vena rota de las sienes, como rumor de náufragos. ¿Con qué barcas evitaremos los remolinos con su danza macabra sobre el pecho, ensayando nuevas emociones, funerarias, oscuros bostezos, negras epifanías cuando viene la noche? Nos volvimos náufragos en nuestro propio escenario. Nos volvimos tarde de trenes moribundos, hervidero de rincones donde la polilla engorda sus entrañas; ni en el juramento, la mirada encontró hospedaje en los tiliches, en la sal negra, retorcida, que la arena va acumulando en los litorales. Como Ulyses en la cárcel de las aguas, el lecho ahondado sin nuestros cuerpos, los muros del horizonte devorados por nuestros miedos, aunque no los confesemos. Hemos pasado hambres y vigilias: nunca entendí tanta espuma como chiriviscos vivientes alzándose sobre las sombras, días de apretadas rocas en los dientes, arrojados a la suerte del destino, —que es otra manera de soslayar nuestras propias responsabilidades. No sé si en tanta agua desértica crecen las espigas de la bienaventuranza; ahora menos, cuando bebemos la propia salmuera que acaricia las mejillas. Hay un rumor sordo en la brisa; cruje, después de todo, el tiempo marchito de las palabras, el desvarío al que no escapamos en este rumor de náufragos, laderas desnudas del bosque que perdimos en plena escaleras de agua.

Barataria, 03.V.2012

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