viernes, 25 de mayo de 2012

EN TODAS LAS CALLES HAY ESQUELETOS


De pronto la luz en la que hemos confiado se vuelve noche, sombríos calcetines de herrumbre;
de pronto, también nuestros cráneos son arrasados para darle más firmeza a la oscuridad.
Imagen tomada de la red





EN TODAS LAS CALLES HAY ESQUELETOS




Aquellas enredadas ramas se germinan
Sobre huesos que nunca conocieron el amor.
JAMES K. BAXTER




Germinan entre las piedras y entre enredadas mercancías. Están en todas partes con su río de moscardones; a menudo se nos muestran en escaparates de esquinas almidonadas con poliéster; otras veces como simples gritos salidos del subsuelo, del aire purulento de gallos descuartizados: salobres manos rezan la demencia de la inquisición, el hacha implacable y obstinada de devorar boca tras boca hasta respirar la corteza del abismo. Es duro cuando se diezma la vida y los tantos puños cerrados del galope golpean la cara, cuando el lupanar sustituye a los pulmones, cuando la peste nos mete en un potrero del cual sólo deriva la zozobra, el alimento ensangrentado de Patria, la herencia del abandono con su legión de osamentas. De pronto la luz en la que hemos confiado se vuelve noche, sombríos calcetines de herrumbre; de pronto, también nuestros cráneos son arrasados para darle más firmeza a la oscuridad. El día a día se nos vuelve un sistemático pozo, donde termina aplastada la almohada y los sueños. Hoy, todas las calles tienen bodegas de dientes para trasplantes. Pronto, amor, ya no tendremos molinos de viento, ni ungüentos para perfumar nuestras extremidades, ni relojes para contar el tiempo, ni frascos de vitaminas, ni palabras para colgarlas de la puerta. ¡Hoy estamos más seguros en la artesa de la muerte!

Barataria, 24.V.2012

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