Pintura de Jock Macdonald
TORTURA FRENTE A LA RESISTENCIA
Siempre suelo jugar al
olvido del cielo como para salir del agujero.
Detrás, los abanicos de sal
hacen lo suyo: sobre el sendero,
el polvo muerde mis zapatos,
y la zarza festeja sus años caducos.
(Siendo
que la luz es pródiga, escapo de los excrementos
de
la sombra), y me adentro en lo hospitalario de las estaciones,
la luz que asaltan mis ojos,
los ojos inevitables frente a las vocales,
las vocales en la ruleta
rusa de la desesperación, Homero más allá
de la pedagogía del dolor de
los cenáculos con gases lacrimógenos.
Huyo del grito que pisotea
mis sienes y del simple hilván
de los ojales en la
arqueología del apocalipsis; de pronto, el sendero
poseso de fuego, referencia
del caos y de la tormenta que escinde
mi oído, la miseria
domesticada del perro, apedreado, además,
por la desfachatez: la
pudrición hace lo mismo con la espiritualidad.
Sé que caminar es ir
gastando el aliento en la sombra que humea
en el espejo, resistir a la
sombra para ganarle su reputación.
No hay nada nuevo en la
simetría absoluta de la cruz cristiana
ni en la gimnasia del
calvario de la espiritualidad.
A lo largo de todo este
tiempo la tilde del martilleo, la policía, el País
y su cadalso de pupitres,
raíz intrínseca de la taberna de estos días.
Resistimos a los cuchillos
fálicos del espíritu, al archivo oscuro
de los enterrados, a las
monedas suicidades que carecen de civismo.
Resistimos a ser señuelos
frente al saqueo, frente a la turbiedad,
la ignorancia se vuelve
sacrosanta e intocable.
Del libro: «Insubordinación
civil de las palabras», Barataria, 2014
©André Cruchaga
Imagen Jock Macdonald
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