lunes, 24 de septiembre de 2018

ESTADO DE PARANOIAS

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ESTADO DE PARANOIAS




Se levantan grietas o hendiduras como murallas y hay perros que se asoman a las pocas lluvias que caen: mientras duermo alguien desembarca en la otra orilla de los litorales. Al final, el Hades puede volvernos a los viejos miedos, a la ropa interior licuada, o a las estepas disecadas del hedor. (Ahora necesito un almanaque para ver hacia dónde va la primavera, las moscas sobre el pan y los laberintos develados del viento.)

Toda la alegría ha sido robada en pleno mediodía por la ira y la duda. Entre las altas soledades de la ciudad, uno mira, asustado, la luz ciega que se deshoja desterrada del árbol.

Anochece en el cenicero de los dioses. Contra las aceras oxidadas, los amarillos que cruzan los estragos de las sombras. (Al límite de lo vívido, alguien respira, todavía.)

Del libro: “Antípodas del espejo”, 2018
©André Cruchaga

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