miércoles, 4 de abril de 2018

CARCOMA

© Pintura Jeane Myers (Pinterest)






CARCOMA 




Cuando en el río de soledad que, a veces, nos recorre,
un álveo seco, piedras
con huella de lavados imposibles,…
Alfonso Canales





La carcoma de la noche tiene cuartos oscuros.
Dientes hostiles para morir lentamente en la panadería de las palabras.
Todavía no se ha cansado la envidia de su desventura:
Muerde trenes en su amargo aprendizaje.
Resulta que al trabajo se le llama suerte,
Y a la carcoma pan divino.
Al ocio, desventura;
a las puertas, falsos muros.
Cuesta entender a los seres derrotados por la mediocridad.
Viven en el rectángulo del sufrimiento.
Desangran sus vértebras y sus encías.
El tiempo no les alcanza
para dolerse y culpar a otros de sus males.

(Vos y yo sabemos de estas noches de ceniza que merodean
las sienes sobre la polvareda de las olas,
de un mar glacial de sentimientos recorrido
por escorpiones innecesarios.
Sé que nos golpean el sueño,
pero a cambio, nosotros sí sabemos el rumbo
de nuestros zapatos, las escuelas de estatuas que nos rodean,
la anilina de perro que lame los tobillos,
los fatigados ojos que caen
sobre nosotros sin transparencia.
Sabemos que cantamos y volamos.
Sabemos el lugar preciso destinado a los tuertos,
el escarabajo de espuma engañosa sobre
la mesa, la puntuación inexacta de los incestos.
Hemos tenido que aprender a caminar con el bolsillo lleno de espinas,
nadar en la piscina de la envidia, comer entre el aluminio
de las bocas falsas,
 descubrir los lingotes de ponzoña en el calendario.
Hemos sido pacientes ante el aserrín del odio;
bajo el humo hemos sido abatidos.
Ya quisieran tener la felicidad nuestra,
tener también nuestro odio.
Pero ni eso les damos.
Les dejamos las calles para que ardan en ellas
como seres sonámbulos, las aceras, los alimentos.
Ojalá aprendan a masticar lo necesario.
Ojalá un día los alcance la felicidad.
Ojalá un día, al menos mueran con elegancia,
Y no dediquen sus dientes a la ignominia.
Vos y yo, que lo sabemos, démosles sílabas de azúcar para que sus vidas
Sean menos hoscas, menos virulentas, menos inexactas.
Démosles tazas de relámpagos cristalinos,
rocío con miel y hasta una purga para que laven sus intestinos.
Démosles tanques de oxígeno;
no pueden respirar por sí solos,
necesitan de nuestra sombra.
Les duele nuestra felicidad.
Les duele nuestra fosforescencia.
Dejémoslos que fluyan perturbados por sus sueños maniqueos.
Tal vez un día encuentren su propia felicidad y mastiquen hormigas
de otro planeta, de otros matorrales con luciérnagas.)

Nosotros, gocémonos con el amor que nos tenemos.
Gocémonos cada día en los kilómetros de luz que tenemos.
Nosotros mordamos la boca azul de los poros, la boca del rocío:
—déjame cantar
sobre la palmera del pubis y enharinar el terciopelo de la luna.

Dejemos que nuestros enemigos ardan en su propio fuego;
Nosotros al fin y al cabo,
tenemos nuestro propio cielo con raíces profundas.

Barataria, 23.XI.2010
© Pintura Jeane Myers
© André Cruchaga


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