viernes, 6 de septiembre de 2013

RESPLANDOR

Foto de Vasily Peshkun, María Bentancor




RESPLANDOR




en la anatomía de la hoguera el imposible paraíso de las alacenas: ¿Quién nos acorrala al punto de ocultarnos?  acá las sombras de las molidas sortijas los abanicos perdidos de la inocencia y aquél delantal diligente del calostro: aun con la misericordia en las manos todo se reduce a polvo siempre me preguntas por el oficio del fuego siempre orgásmica la metamorfosis de la luz primera el folletín indolente de la ráfaga los barcos que se alejan y me dejan sacudida la respiración: voy y vengo o vengo y voy antropomorfo en medio de las bocanadas de incendio los objetos ilusorios se han vuelto insaciables ambiguos invasivos como una larga letanía de erotismo (es luz después de todo en el alarido de las campanas salvaje espectáculo en los párpados es sombra después de todo  mordiendo los párpados es miedo y grito atravesando el espejo el zigzagueo del garfio en la orfandad de la sal lluvia que resuena en la noche lívido albergue de las tumbas) un día quizá entienda todos los resplandores las herramientas del recuerdo la destrucción de cada página al cabo de los días en que vives ausente de la ausencia  lo demás siempre cae por su propio peso en la asfixia: el pulmón abierto de la racionalidad  el insomnio que desangra las pupilas odio reconocer las encrucijadas al menos en lo que concierne al poema (olfateo la carroña después de todo) adoro las entrañas envilecidas de los párpados compartir la mirada de un mundo decadente oír tu voz tocar los contornos del ímpetu  yo me quedo aquí ciego de adioses —cierto supongo— de recoger los candiles del acaso y entreabrir el cuerpo del mutismo ahora sé que la dulzura es un sarcófago  conozco la matrona de la última lluvia tengo las pezuñas de un territorio sin banderas después de todo para qué quiero banderas si las hay a cientos en los vertederos  al tercer día volvió a arder el suelo:  cayó el bagazo de la niebla  sobre el labio leporino de la piedra el güiscoyol en medio de las gotas de sol la sartén ardiendo de peces indigestos  en realidad nunca entendí aquel caballo con alas ni las preguntas que arreciaron en el costado del sexo nunca entendí el olfato de los perros sobre los andenes  las preguntas repetitivas ¿quién? ¿quiénes?  en el algoritmo de los pensamientos todo se hace chingaste remoto el cántaro de chaparro y la gallina de los huevos de oro próximo el peltre de la suciedad de las calles el antebrazo con candado de las luciérnagas el amargo pestañear de los semáforos  (pestañean los sin embargos del destello y no hay sitio seguro para la desnudes de los andamios ni palabras absolutas para esta terca manía de platicar con las piedras) es sólo cuestión de tiempo para escribir una enciclopedia de fuegos artificiales en mi pequeño mundo —todos creo que tenemos un pequeño mundo—: el diluvio que sin duda explica el renuevo los extraños golpes de las paredes la obediencia a la vigilia las ausencias que caminan en secreto como extraños centinelas en la reconstrucción del espejo el mundo en las tripas de las monedas cruzo la calle sin exagerar mis zapatos gruñen las pesadillas del crimen noche o alba oxidadas las tinajas…

Barataria, 02.IX.2013


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