domingo, 24 de junio de 2012

MIENTRAS CIRCULA EL AIRE


Desde el ojo inquisidor, veo el otro ojo que me mira tras el humo que cruza
 la garganta; a ratos, —debo confesarlo—, me gusta este juego de cartomancia,...
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MIENTRAS CIRCULA EL AIRE




Mientras camino, también leo la historia del cometa de mi olfato, la confesión táctil de mis complicidades, el ayer y el ahora de todo cuanto nutre las semanas, puntos a flote sobre el cuaderno de las convicciones. Mientras circula el aire, me despojo de ciertos conceptos: sólo necesito el aerobismo del invierno y despertar en el traspatio del cierzo, como un anónimo delirio en los cristales. Desde el ojo inquisidor, veo el otro ojo que me mira tras el humo que cruza la garganta; a ratos, —debo confesarlo—, me gusta este juego de cartomancia, recordar aquellas fotografías ardidas en el ojo quemante de la nieve, desde la destilería de los párpados acuosos, atesorando copulaciones siniestras. Pero, claro, la vida no sólo es una especie de laboratorio ambulante: el asunto es que arrastro todavía, una especie de delirio de ceniza, y conjuros en la valija de la almohada, solemnes espasmos de puertas y ventanas, y largas trenzas almidonadas de telarañas. Por eso, al término del día hago, como un tendero, mi propio balance, no sea que el día me deje en saldos rojos y no pueda cambiar el arco iris. (Pasa el tren, en el último vagón póstumo, la atarraya de los pensamientos, la introspección solemne del reguero de árboles que dejan los rieles cuando cruzan el gusano de los durmientes. Desde siempre tengo alas y espejismos póstumos, minutos de tinta contradictoria, andamios de cielo existencial. Pasan las distancias con sus carcajadas, y el sol negro con sus modales noctámbulos.) Mientras circula el aire me vuelvo penitente del extravío. Así es la rama que lame la luz.

Barataria, 24.VI.2012

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