viernes, 2 de mayo de 2008

Entre los sueños, la noche del planeta_André Cruchaga

Ilustración: Fernand Léger.







Entre los sueños, la noche del planeta





Es extraño dormir con los ojos abiertos y no saberse
Parte de este mundo ni albergar un pan en el abismo
De la medianoche, en las calles con los zaguanes cerrados,
En el misterioso cuerpo de uno mismo que se torna fantasma.
Uno deambula a través de transparencias inusitadas:
Relojes inquietantes crispan las sienes por ese camino
Donde los gallos surgen a destiempo bebiéndose el rocío.
El pecho ha cambiado sus sueños por recuerdos. Otra
Puerta sonríe desde el umbral sonoro de los pájaros;
Otros escaparates hay en los estantes del cielo con ventanas
De gratuito viento, con nombre para cambiar el lenguaje
De los meses y la hoja caída junto a la piedra…

En realidad todo es extraño cuando el cuerpo reposa.
Pero también cuando se sienten encima tres mil años,
De olvido y líquida gangrena en la sangre. El aliento zumba
Igual que un pájaro negro en el lecho, igual que un estante
Sin párpados destinado al vaivén de los martillos.
Vivir es siempre gastar los zapatos entre banderas
De mohosa ralea: nada es diferente a la madera usada para
Féretros, nada es diferente a la mesa sin comida y muchos
Comensales hambrientos de luciérnagas en la almohada.
Después de todo, al pie del lecho está la tierra misma
Esperando, nada más esperando por esta hambruna que nos viene
Galopante, sin brida, omnipotente, con orgullo de azadón.

Durante la noche veo pasar barcos y ferrocarriles y azacuanes.
Al despertar estoy en el mismo sitio con el hollín del tiempo
Transcurrido en mi rostro como un tabanco de silenciosos
Adoquines por donde ha pasado el humo despiadado de las sombras.
Vivir es también, fundirse con estas Gracias: formas sin cifra
En su propio eco, pastos de agotados rebaños, cortinas
De gigante espuma, furtivas páginas que no escribe el horizonte
En los muros que muerden las ventanas…
Vivir, es también, contener a ratos los arrecifes del sollozo:
La trenza del viento en su peligrosa garganta, la sal de la tempestad
Cuando aparece como un mantel líquido en los labios.
Entre callejones de sorda trementina transcurren los días:
No hay flores ni violines ni un gastado blues de taberna
Que ronque junto a los lóbulos de este fin incierto del hambre,
Sólo rostros con la desnuda babel del alfabeto en sandalias.
Yo llamo a este mundo, el albañal de los cadáveres.
A fin de cuentas, hacia eso nos lleva el verdugo con frac
Es triste, pero es cierto: sólo se escucha la voz del vejamen
Con su tiesto de vértigo, con su voz de vaporoso cigarrillo.
Es triste, pero es cierto: cada vez el mundo es más trágico
Y confuso. La saliva de la noche oculta la luz, la vuelve ciénaga
Y feroz ración de palpitantes cacerolas…

En los parques los pájaros aprietan las sienes con nostalgia.
También ellos dejaron de adivinar en los sueños gotas de cierzo.
Crece la noche. Crece la gran noche del planeta.
Los pies apenas pueden con un panal de ruiseñores,
Las piernas ya no dan para saltar esta hoguera del eco:
Al parecer, sólo nos queda reír y cruzar los brazos
Como esa obsesa ola de los encajes nupciales…
Barataria, 02.V.2008.
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