LLÉVAME
ENTRE LOS PÁJAROS
Take
me in and let me sleep
In
the coolness of the shadow
In
the silence of the deep…
THE ANIMALS
El polvo atisba el rumor de las aguas, aquí, donde la
noche deja
su huella indeleble:
la sombra llega hasta la rama alta
de los pensamientos,
sombras que reducen las pupilas,
el ojo delirante sobre el lento sosiego de la
garganta.
Llévame entre los pájaros para embriagarme de tu
música.
A menudo hay necesidad de callar:
callar los fuegos sobre la piedra,
callar la placidez que produce el engaño,
aunque al final sea compartida la complicidad,
la brisa falsa del césped,
el hollín que corroe las sienes.
Aquí no puedo opacar el polvo bajo el cielo
—hay quien diga que son mejores estas aguas revueltas—
con la lluvia de la poca verdad que circula;
mientras camino entre la adustez,
la escoria salta como adoquines horadados por el
tiempo.
Así es de elemental el cuerpo petrificado
en las impurezas cotidianas.
Silencio y porfía —más oscuros que el polvo—
rondan con insistencia la conciencia,
el pensamiento no alcanza a digerir
los relámpagos de la tozudez,
el sentido de la ignorancia que pervive
como ciego escapulario;
—por desgracia así vivo los días: con muertos en mi
boca,
con gentes que perdieron el sentido de la verdad y se
arropan
con túnica de lobos.
Pese a tantos días vividos con engaño,
días de miméticas estrellas,
hoscos cimientos de granito:
me toca respirar en lo invisible para que no vean que
respiro;
me toca en secreto taladrar el silencio,
la claridad que al final
desmiente tanta oscuridad,
el polvo que no deja mirar fogata,
la sustancia de los sueños.
—Aun así respiro. Respiro en tu mirada insepulta. RESPIRO.
Sé que la sombra de la mentira acecha, ebria,
e invalida las acequias: es más fácil
vivir con ojeras, a estar en pleno goce de la luz:
muchos callan frente al dintel de la puerta,
callan frente al farol profundo del aroma;
callan y sonríen, aunque sus ojos estén en medio del
matorral,
son parte del credo de las falacias,
de la magia erguida de las estatuas,
de tanta boca empapada de mentiras.
Entre obligados silencios,
a la verdad se le ponen muros, acechanzas, colmillos…
A menudo, acudo al monólogo,
como expiación no de mis pecados,
sino como manera de abrir caminos,
sacudirme los empedrados
olvidarme de los cascos nocturnos,
contener mi sangre sin dogmas,
musitar el aire de los alelíes.
Ante tanto polvo, sólo me toca huir con mis delirios:
la verdad siempre cuesta asimilarla:
siempre hay alguien
que prefiere empapado de oscuridad.
Del libro: «Testamento del pretérito», 2011
©André Cruchaga
Imagen tomada de Pinterest
Barataria, 2011

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