SI
MUERO, NO INDAGUES MI AUSENCIA
Si
muero,
Dejad
el balcón abierto.
FEDERICO
GARCÍA LORCA
¡Oh,
cómo te deslizas, edad mía!
FRANCISCO
DE QUEVEDO
Ante la herida, alzo el vuelo.
El rumor eterno del agua
desde la bocanada del
vientre.
El hambre con filo de
escalpelos,
amarilla tierra
que clava sus horas en la
fisura
de tornillos y madera.
—Si muero, rompo las
cadenas del frío.
Si muero, será muerte sin
pesar.
«Cuerpo en calma» diría
Nicolás Guillén.
—Si mueres, —me digo—
la sangre se aquietará y el ala
se evaporará en el confín
de ciertas
campanas.
Si muero la fuerza
desandará el alambique
de la oscura asunción de
la luz.
Atrás de la puerta
el rayo crispado de la
noche,
los peces, una flor sobre
el corazón,
las aguas del seno
lamiendo mis anhelos.
(«nosotros, migajas,
como muerte de
hormigas»).
Seré espuma del alfabeto
que se agota,
en «una caja simple», sin
clavos,
pero con gaviotas.
Aquí esta duda horrible
hasta el cuello,
esta difusa risa de la
duda,
esta muda enajenación
insepulta,
este sorbido arcano sin
tregua.
Extraños recuerdos
levantan su lecho,
lápices del vuelo
descendido,
aire oscuro avanzando en
el cuerpo.
Si muero,
en medio la luz, el
cuerpo indivisible,
aquí he sido y estuve:
dejo memoria, letras y un
nido
para que ahí caigan las
hojas, barco del latido,
puerto infinito para un
templo sin puertas,
umbral en fin, del papel
y los colores
que me fueron negados.
El Universo
comienza aquí, en la
unidad de las pupilas,
cielo abierto.
—(No indagues dolor,
porque mi ataúd
es hoy tintero y «hierba
nueva»).
Siempre arde la lejanía
brotada del desvelo;
la leche del sofoco se
vuelve dardo,
—el bosque del destino,
espina
—insisto— que de pronto
perfora las campanas
de esa abadía intrépida
de las venas.
Y herido en el sueño,
con apremio, la agonía se
torna un ghetto
de procaz albedrío.
Ya no hay talismanes para
este afluente humano.
Hacia dentro el vértigo
del aire,
hacia la fosa lo
confiado.
Cuando el viaje deja de
ser mera invención,
el azor no olvida
desperdicio,
y a su juicio se entra
sin preguntas.
Cuando ya la música de la
cripta es ciega,
lo vivido gira en el halo de la sed
—descalza vela del
labriego.
Si muero, no me sirve la presencia del rocío
ni la hostia de lo
recóndito.
No me sirve la luz ni la
sombra
clandestina de las
formas.
No me sirve el aliento
ni esta pasión de brasas
en la ropa
ni la atadura del
desquicio.
Si muero, sólo quiero que
olviden mi vuelo.
Si muero, sólo seré otra
oscuridad en la mudanza.
Si muero, en fin,
dejadme ahí que perviva
en mi extravío.
Todo está ya fuera de mis
ojos:
el último viaje
jamás es pródigo en
fatiga.
Del libro: «Contrasombra
del peregrino», Barataria, 2009
©André Cruchaga
Imagen Pintura de
Jackson Pollock
Barataria, 2009
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