sábado, 1 de enero de 2022

UNDÉCIMA NOCHE

 

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UNDÉCIMA NOCHE

 

  

Desde esta cueva húmeda que es mi garganta aprendo un canto nuevo, siembro.

No dispongo de tiempo para morir, tengo que cuidar a otros para limpiarme.

Katia Rejón Márquez

 

 Nadie dispone de más camino que el trazado en la hoguera

de los sueños del pájaro saltando en la undécima noche de la pira,

ni de los frutos secos de las palabras en el hueco de las horas.

Hay un vacío de árbol o sombra en esa llama de campana fría

alrededor del tiempo imaginario.

A esa hora nos parece escuchar una música de adioses.

Mientras el corazón comparte su silencio, su tenaz lenguaje

de sonambulismo, su legión de cipreses: ahí la duda, la muerte.

Una gaviota remolcada en el pecho, una garganta apretada

de grises, un sermón de goteos al borde de un fonógrafo

carcomido en el cielo sucio e invisible donde solo hay periódicos

con clasificados que nadie lee: recuerdo el ungüento musical

de algún blues, una sonata de barco descuidado a la orilla del agua.

Entre una hora y otra, juega el corazón devorando peces.

Juego aquí mientras amanece: soy una criatura a merced

de la tierra, entre nostalgias y libros que quieren reinventarse

como un follaje de luciérnagas, como una puerta que nos recuerde.

 

De Camino disperso, 2021

©André Cruchaga

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