lunes, 8 de agosto de 2011

PAREDES CON PALABRAS


A la vuelta de la esquina, leo en sombras las palabras, igual que el día
se hace sombra en el tiesto del calendario; son otras metáforas
en medio de la maleza, el desplome de la carcajada, la risa hirsuta,
el meteoro de todo lo irreal puesto en mis ojos, el aserrín de la sal
puesta en colores y formas diversas.
Imagen tomada de Miswallpapers.net





PAREDES CON PALABRAS






Sobre el polvo pasará el labio del tiempo
y en tus huesos cantará sin fin la primavera.
ALEX PAUSIDES




A la vuelta de la esquina, leo en sombras las palabras, igual que el día
se hace sombra en el tiesto del calendario; son otras metáforas
en medio de la maleza, el desplome de la carcajada, la risa hirsuta,
el meteoro de todo lo irreal puesto en mis ojos, el aserrín de la sal
puesta en colores y formas diversas. Hay territorios donde nadie
camina, sino la aguja y la carreta del cadalso, el aire viciado del tiempo,
la juventud ambigua que se deshace en despeinados pañuelos,
en marcas donde cuelgan máscaras sin ningún futuro, salvo, claro,
la arcilla hecha pólvora en el cuerpo. Lo demás es incierto.

En estas paredes viciadas, encuentran los periódicos sus titulares,
las parras de tinta desgajada en las palabras: amanece el recelo
con caras de oscuridad, acechantes fríos de penumbra.
Sé que hay manos ocultas en esta porfía del caos, manos con cieno,
invisibles caballerías que articulan la muerte, negras claridades
del alma, pinceles de manufactura nocturna.
A menudo me alegro de que no sea cierta tanta crueldad:
odio la inclemencia que crece en medio de tanta ola de tristeza;
oigo el susurro de las mañanas que se alejan, las ramas
de las caricias que no juegan, pero allí las palabras alteran el aliento,
oscuras sábanas donde se retrata el dolor y crece junto a la lluvia,
cierta neblina como realidad del hombre.

Todo es confuso aquí. Y toda claridad es negada. Uno cede, sueños,
calles; se colma el cuerpo de tristezas y miedos,
la luz crepuscular alarga sus brazos, se contagia de odio y fanatismo,
de emociones vacilantes y gimientes: tenemos por cárcel esta forma
de seducción maligna, los cuatro ángulos cerrados de la puerta,
la casa detenida en el quejido,
y la oscuridad sin menguar en la hamaca de la noche.
(Nos pasa de todo después que perdimos la brida de las ventanas,
el amor se ha vuelto funeral permanente, perdimos el sosiego,
y el parpadeo nos vuelve más oscuros.
hoy es difícil transcurrir entre matorrales, la hiena del vertedero
nos consume, hasta volvernos el disimulo de la piedra.
Las paredes se han vuelto implacables, hay una hora cero en cada reloj
que se abre al silencio; hay auroras destruidas, niebla, cortinas
Ensanchándose por todas las aguas de la angustia,
ropas sin resucitar, callados pálpitos del firmamento.
No sé hasta dónde, el vendaval consumirá los balcones del vuelo,
aun los portales donde la vida es mansa. De seguro correrán
la misma suerte: envejecer o quedar por siempre soterrados por el magma
de estas palabras que nada tienen de follaje, ni de Esperanza.)
¿Hasta cuándo, allí, seremos la carnada del suicida, hasta cuándo?
¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo?

Barataria, agosto de 2011

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