miércoles, 23 de marzo de 2011

PATHOS


Ha llegado aquí, el día cojeando en sus mañanas: este aire de luz
que se pierde en las hondonadas, el teatro del tiempo
como una mercancía, el ajo de la deshora, la cal cubriendo
la sombrilla del miedo, todo aquello que descansa y no duerme,
nos aprieta la cinta de los zapatos hasta el sueño,...




PATHOS




Un gran vuelo de cuervos mancha el azul celeste.
RUBÉN DARÍO




Ha llegado aquí, el día cojeando en sus mañanas: este aire de luz
que se pierde en las hondonadas, el teatro del tiempo
como una mercancía, el ajo de la deshora, la cal cubriendo
la sombrilla del miedo, todo aquello que descansa y no duerme,
nos aprieta la cinta de los zapatos hasta el sueño,
todos los cuervos juntos en los poros, sin ropa la alegría,
pañuelos encarnados en la resina de aquella Esperanza ida:
todo este pálpito de iracunda somnolencia arde en los alfileres,
no es invento mío este trastorno de la materia,
el aire oscuro a través de las celosías, los meses de olvido,
los labios agrietados en la muerte diaria, en la olla que hierve
la sal y la pimienta y aquella harina que sangra
como un río en las vísceras: después de andar queda el promontorio
de hormigas, la palabra vacía después de todo colgada
de las puertas, el tambor del crepúsculo con su añil de trenes,
como un latido que llama la noche,
jardín de nubes donde las mamposterías agonizan en el ocelote
del desasosiego. Hay cipreses colgados de los balcones,
días ciegos de badajos, ramas de viento carcomidas por féretros,
aguas que rompen la oscuridad de las poleas:
(no existe fecha para el hacha que se precipita en la nuca,
ni sexo tan oscuro como un pájaro muerto y tragado por la polilla;
en la dulzaina respiran los cuchillos, azor sin guantes
sobre el alma, hogaza que tanta claridad convirtió en granito.
Los alelíes volvieron ciego al cierzo: huracanes con tijeras
descosieron la piel y convirtieron en tempestad insurrecta
esta agonía sorda de peces.
¿Hasta cuándo el dedal será prolongación del dedo, hueco, acaso
Donde ara el ixcanal, los surcos en el ojo de la noche?
—Moriré así en el subsuelo descuajado de los ojos, —antes o después—
que los gusanos me den la libertad. Antes o después que la quietud
de la lágrima sobre la piedra,
antes o después de lo creado por el búho o los girasoles,
por esta contemplación del propio naufragio.)
voy así, agua destejida en la boca: cascos sin tocar lo tangible
de la luz, bengalas sin respiración como poros sin piel,
ojos no cerca del incendio, sino del adusto trajinar de la soledad.
Ando, cada vez, en esta sequía de la claridad,
en este tiempo de humos permanentes, entreabierta llaga del latido
en la noche, clara fisura de paredes.
Casi me consume el cuerpo afilado del aullido: es la cruz, el réquiem
Sobre los hombros, la fecundidad seca del polvo,
el madero del silencio sobre los hombros, la levadura que me llama
para sonar las campanas de medianoche con el subibaja del suspiro.

Barataria, 23.III.2011

1 comentario:

LEDESKA dijo...

Entrelazar en tus palabras las sensaciones de las aves.. los cordones de los zapatos.. las campanas.. los silencios.. el polvo... en fin... versos.. poemas y poeta... todo sencibilidad de escribir... un abrazo a tu alma..


Ledeska