viernes, 27 de agosto de 2010

ESPEJO DE LA ESPERA: LLUEVE

Quizá nunca ya: lluevan pañuelos en la sábana, ceniza, noche,
Lluvia ciega. El reloj de toda mi vida en suspenso.
La memoria de lo vivido. El cuerpo negro del aliento y el ansia.
Ya la hojarasca como otro relieve inunda la caligrafía.
Tirita a oscuras la piedra indescifrada, el mimbre del delirio
Y su propia acechanza.
Fotografía tomada de Friki.net








ESPEJO DE LA ESPERA: LLUEVE








Veo el claustro
ya en silencio a esta hora de la tarde,
mágico en la distancia y la memoria…
PERE GINFERRER







Quizá nunca ya: lluevan pañuelos en la sábana, ceniza, noche,
Lluvia ciega. El reloj de toda mi vida en suspenso.
La memoria de lo vivido. El cuerpo negro del aliento y el ansia.
Ya la hojarasca como otro relieve inunda la caligrafía.
Tirita a oscuras la piedra indescifrada, el mimbre del delirio
Y su propia acechanza.
Los días. Ya no sé qué son los días después de escarbar en el silencio,
Y en ese estado de conciencia de la complicidad.
Llueve en la casa del musgo: telarañas como cortinas en el esplendor
De la noche. Banderas a media asta del exorcismo.
Al filo de la luz, la sal sazonada de la noche. El rostro del vértigo.
La espera es cada vez la mutua despedida de lo que fue
Sosiego entrelazado,
Gozo, vida repartida en la mesa, árbol de sed y confiada fiebre.
En el horizonte el juego de las velas, la sombra fugitiva de la memoria.
¿Cuántos años pasan irreparables en nuestras carnes?
El minuto empantana las sienes del reloj diurno. Los ojos muerden
El cielo falso de la yerba, la fotografía de pies a cabeza del cielo,
El charco del grito sobre la piedra.
Espejo de la espera: llueve en la silla cotidiana de lo humano.
Anochece en los cuatro puntos cardinales de Universo. Anochece
Con las manos vacías dentro de la bolsa del horizonte.
A lo lejos, la flauta del viento pasa sobre el gris del cielo. A lo lejos.
Anochece en el buey de la espera.
En el paisaje de la noche, los manteles sin mesa y sin comensales.
No hay lógica en esta hora de recuentos. Y es que nunca tienen
Lógica el ciprés y la inconsciencia. Nunca aquí, al ras del suelo.
Un día la claridad nos oirá. Un día la blancura será página sin ahogos.
Un día la memoria será lámpara. Un día la modorra campanas.
Era mi nombre con alas, el destino de la fosforescencia.
Era ciega la escotilla de lo avenido.
La puerta al hilo de la osadía. Almohada y cabeza, ojo y párpado,
Sangre y vena, calendario y días derramados en su propia orgía.
Ante tal sueño, nunca hicieron falta los milagros. Ni el perfume,
Porque el cierzo lo era en el pantano. En la mente el libro de la luz.
Anochece sin escapar de la esquirla.
Después de tanta espera debo soterrarme en las mortajas. En la fiera
Espuma de los golpes, contra mi propio puño ciego.
Contra esta duda vertida en los cayos del sollozo. En la luz quemada
De la breña, en la ola de arena sobre la carne. En el labio del eco,
Sordo de la espina. Debo, asimismo, descreer lo ardido, comerme
Con paciencia este frío insepulto, —volver a la luz. Arrimarme al fogón
De otras palabras. Volver a la luz y a la paz. Dormir.
Barataria, 27.VIII.2010

4 comentarios:

Marina Centeno dijo...

Yo creo que la espera es un acontecimiento rico, André, es el gozo de saberse quieto y expectante, toda la palabrería que enmudece en el recuento, mientras la vida pasa por los costados... somos hijos de la espera, de aquellos que el horizonte es una línea solamente que traza un espejismo...y cuánto abarca la mirada, cuánto...

Me encanta todo lo que me desbordas cuando leo tus líneas, sí, esas, André, las que me sugieres en forma de manzana y me provoca...

André Cruchaga dijo...

Yo siempre estoy así, noche y aurora, resucitando cada día el aliento, la campana del escombro, el cereal silvestre del ala. Lo demás es poesía: estampa del caminante.

Un abrazo, amiga poeta.

André Cruchaga

Marina Centeno dijo...

Quizá duermes -André- mientras reviso tu cuaderno. Y no sé qué busco entre tu versos -si es que busco algo- pero encuentro tu rostro, casi gestos, tu forma de pasar la página, el retrato de un beso, tu conciencia que salta y que resalta, y el recuerdo que escondes en las líneas de tu alma.

Te dije -ayer- que parece que te conozco desde antes.


Aún no sé si fuiste, cárcel, abanico, ave, llovizna o aire...pero estuviste cerca, cimbrándome...porque te presiento siempre...¡qué extraño! que estos sucesos pasen y que la poesía sea un canal de desagüe...no, no es ofensa, porque ella -la poesía- sabe que lo que del agua brota, hacia la tierra cae.

Salud. Feliz domingo.

André Cruchaga dijo...

Me alegras cuando extrapolas la palabra a los arcanos. Y si, algo de lo que acotas pasa siempre: ese hilo umilical del amcestro, la búsqueda incesante de la racilla y su portentosa entrega.

Creo que somos seres reencontrados y que la palabra nos aproxima, nos deslía, nos hace mordiscos en la conciencia.

André Cruchaga