viernes, 1 de noviembre de 2024

PENSAMIENTOS AHOGADOS

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PENSAMIENTOS AHOGADOS

 

No solo el cuerpo y las manos, sino todos los pensamientos

en línea vertical, hacia la disolución total del pájaro de bahareque,

ciego de vivir, o ciego de ser sobreviviente en un silencio de ojos

y de piel absolutos.

Sobre la marcha los esqueletos de los paraguas sustraídos

de ese extraño sitio de atrios infinitos.

A ratos uno siente que se quiere perpetuar la salmuera, el humo

licuado de los gritos, y ese guacal de telarañas como un gusano

enrollado en su viscosidad natural. A ratos se es una metamorfosis.

Tartamudea frente a mis ojos el lenguaje descolorido

de la tartamudez; El hilo de saliva trasluce el largo féretro

de los abanicos, mientras alguien se ejercita hacia dentro

como un atisbo, acaso, para lograr su silencio.

 

Otros habrán de claudicar en el camino junto a candiles desasidos,

junto a esa doctrina incierta de la realidad que sólo cuenta

con paraísos perdidos y diafanidades subyugadas o ilegibles,

miedos, y la certidumbre de las manos vacías.

Crece el deseo de ser oscuridad con el deseo de la bienaventuranza.

Crecen los carnavales y las carrozas, los servicios fúnebres

y los cementerios, una nueva generación de torrecillas virtuales.

Son grandes los flecos de saliva que emergen de la televisión.

 

(Me dicen que hoy en día hay silencios pagados y extrañas novedades.

Siempre está a quemarropa la crudeza de las calles,

el espejo de la huida, o esa sagrada verdad que, al decirla,

puede ser objeto de delito).

 

Hace poco no eran reticentes los tableros del camino.

 

 

Del libro: «Paraíso de la demencia», Barataria, 2016

©André Cruchaga

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