El infierno de Dante Alighieri
ilustrado por Gustave Doré
EN QUÉ TIERRA, DIOS
¿En
qué tierra, Dios, las almas no sufren este escalofrío del vejamen,
el
sueño sin cauce y la leña hecha ceniza
—anhelo
soterrado
de
la esperanza, humanos gritos del agua,
ardoroso
rocío desvelado?
De
qué lado estás, Dios, después de dos mil años de noches sordas
y
entrañas desgarradas;
los
pies del rayo feroz queman la sonrisa.
La
avaricia se ha vuelto la luz del corazón
y
muerde la carne estremecida.
Hoy
el hambre se hinca y galopa en cada cuerpo lacerado.
¿En
qué tierra, Dios, estamos?
Contra
quien descargas tu amor,
la
furia de la justicia.
Hay
niños por doquier que nacen y mueren.
Su
materia de huesos
nos
abraza,
el
tiempo universal arde con sus dientes de azufre,
—arde
este horno del viento,
arde
la oscuridad salobre de la brasa,
la
ceniza de los rezos se esparce como un navío sin mar,
sin
olas, sin sal.
¿Dónde
estás democracia que las estadísticas nos hablan de cadáveres?
¿Cuántas
noches más nuestra ilusión será el incienso de las funerarias?
¿Qué
sombrillas siderales nos protegerán del fragor de los espectros?
¡Ah,
Dios, negados hemos sido de los grandes emporios,
corridos
hemos sido de tu templo,
lapidados
hemos presenciado el odio, la tristeza
y
los hangares del desagravio.
La
luz ahí en estáticos cirios, no en el altar,
sino
en la sal de la lágrima que fluye como un río de ceniza.
De
qué lado estás, Dios,
entre
las etiquetas que los ideólogos inventan?
Somos
seres indefensos ante el hambre, no a las ideas;
los
escapularios
bajo
sábanas no sirven,
cuando
a través de las ventanas se implora
una
moneda de viento para hacer respirable la brizna en las entrañas.
Si
eres el mundo, Dios; si eres el Universo, Dios;
si
eres la misericordia, Dios,
¿por
qué no tomas en tus manos este firmamento de grotesca tiniebla?
¿En
qué mercado de monstruos se venderán nuestros anhelos,
Qué
hierros en pro de la democracia
vaciarán
nuestros ojos y los comerá
el
harapo de la desesperanza y el vagón frío de las aceras
donde
sólo pasa
el
ruido y el olor rancio del humo y los perros con su instinto caníbal?
¡Ah,
mi Dios, dónde debemos estar después de cargar el karma
de
la cruz y haber viajado por estaciones resecas,
sin
dormir un instante
en
el tren de las arenas,
en
las losas de los oasis como pupilas frenéticas!
Nada
hay para otra vida que no sea ésta Dios.
El
mundo es aquí, Dios;
la
felicidad es aquí, Dios.
La
neutralidad es como la inercia y tú, Dios,
no
puedes ser neutral ante la madera arqueada de la carne,
ni
ante las sombras de la congoja,
ni
ante el despeñadero de los días
que
arrecian en su torbellino.
¿Qué
salmos invocaremos durante esta noche
para
encontrar los ecos de la luz?
—Esa
luz tuya, Dios, en el alma de todos,
esa
luz que ilumine
por
dentro lo vital y suene a humanidad:
humanidad
merecida. Humanidad…
Aquí
ya muchas noches de oscuridad hemos tenido.
El
río de tus salmos
fueron
inoíbles; si tú, Dios, eres lo verdadero,
la
suave miel del cauce,
el
aire y la tarde;
la
montaña y la esperanza del día a día,
borra
los quejidos y abre tus bodegas como la única bandera
de
un follaje verde;
hazte
presente como el temblor centelleante
de
la lluvia…
Del libro “CUERPO DE POSTRIMERÍAS”,
2008 (Inédito) 120 pp
© André Cruchaga
El infierno de Dante Alighieri
ilustrado por Gustave Doré
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