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ACTO DE FE
Una
somnolencia de polvo abre las persianas de las pupilas;
el
sopor del contrainvierno sigue mordiendo el horóscopo.
En
unas gotas de neblina intento salvarme de los últimos días
y
echar a la suerte este calor cuyo fondo hace sangrar el alma.
Desde
tiempos remotos
habito
fantasmas lunares para que la verdad
siempre
sea una falda larga y la desnudez callado aroma.
Crepúsculos
encendidos lamen la atmósfera con antiguos
relámpagos
de abisales acequias.
(Cualquiera puede ver
las luciérnagas de la
Vía Láctea a través de su imaginario,
y los millones de rostros invisibles
en la conciencia del tiempo.
También se ven los grandes hangares
donde los niños lloran,
cuando la orfandad les quema las
pupilas
y el dolor se yergue como única
riqueza,
extraña riqueza robándose el aire y
las almohadas.)
Hasta
cuándo serán las manos invisibles del universo,
o,
por el contrario,
la
alacena para refrescar la historia del presente
o
ese futuro incierto al cual invocamos con todos los ángeles
encarnados
a kilómetros luz del fuego vital de nuestro forcejeo.
Ya
la lluvia ha caído en raciones diarias de agonía.
Ya
el confeti de la hojarasca ha lamido nuestros rostros
con
su profundo libro en sepia,
ya
los fósiles crecieron en su liturgia de siglos utópicos.
Ahora
es necesario explorar en la frente de los pájaros:
nacer
en la simplicidad del hálito perdurable,
en
los meses de las raíces, en la rama
de
los espejos hasta poner en su perennidad el agua de los ríos.
Nada
es más cruel que una casa habitada sin mañanas,
sin
saber qué la luz —en su jardín milagroso—
nos
puede sacar de las osamentas,
y
elevar nuestros días a escenas de sábanas limpias.
Nada
es más gratificante que recrearse en los ojos de los niños
y
ver la hamaca de luciérnagas de sus brazos,
su
boca de relámpagos,
su
pequeña sucesión de umbrales,
despertar
sin el despojo
umbilical
del caos y el vejamen,
sin
la intensa salmuera de la basura…
Tenemos
tiempos de jugar a la noche
y
a sus trenzas de ceniza. A sus golpes redondos, o cóncavos.
(Nuestro íntimo lamento es de la
tierra: ahí nos hundimos
divididos en dolor y alegrías.
Habremos de tener paciencia)…
El
viento ha hecho cuevas en la tumba de la conciencia.
Nos
toca descorrer la nada,
las
esquinas del veneno,
el
titubeo de las colillas,
las
puertas cerradas del espíritu,
los
rostros cruzando
persianas
de olvidados muros de lamentaciones.
Y
desde allí,
imaginar
los relojes con agujas limpias…
Y
desde allí, ni féretros, ni tumbas, ni puñales con salmuera.
Y
desde allí, el día, el principio del fuego,
el
principio del agua
con
estampas de fortificada razón,
sin
nadie que sangre páginas heridas.
La
boca sin espinas es posible.
Es
posible el sendero sin estiércol de calendarios incompletos.
Es
posible el aire jugando a pájaro, a mesa, a alimento…
El
amor es posible con sus peces de curiosa premura.
El
amor es posible aún entre las paredes oscuras de walt street,
en
los túneles donde las sombras se vuelven espadas…
Aún
en esta noche donde la lluvia arrecia
y
los antiguos dioses
todavía
supuran en manuales de aviesas pasiones,
es posible ser uno derribando el odio…
Del libro “INTIMIDAD DEL
DESARRAIGO”, 2008 (Inédito) 130 pp
© André Cruchaga
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